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Actualizado: 26 de octubre de 2025


Mariposas y libélulas, arrebatadas por la alegría de revolotear al sol, se elevan á veces hasta la zona más alta de la montaña, y sin prever el frío de la noche siguen subiendo hacia la luz; con mucha frecuencia vénse arrastrados los pobres animalillos, así como moscas y otros insectos, hacia las cumbres superiores por vientos de tormenta, y sus despojos alfombran, mezclados con el polvo, la superficie de la nieve.

Cierta mañana de abril en que todo renacía, vimos pasear aún las dos sombras por aquel bosque pálido, como un Elíseo de Virgilio. Llegué al golfo embargado el ánimo con tan tristes pensamientos. Entre las ásperas rocas, las lagunas que dejaba el mar conservaban ciertos animalillos demasiado lentos para seguirle.

Tenían ante ellos grandes montones de zapatos húmedos, extraídos de una gran cuba, y agarrándolos como animalillos muertos, les arrancaban las tachuelas, las suelas, los tacones, todo lo aprovechable. Lo inservible caía en el suelo, pegándose a las piedras como inertes piltrafas.

Los grillos y las cigarras cantaban libremente; voces humanas se oían pocas, y esas eran blasfemias; tal vez envidia de los animalillos, desahogo propio de gente forzada del rey que iba a las galeras.

Conchas, espiguillas de esponjas, animalillos de todas clases, organismos inferiores, silíceos ó calcáreos, caen en lluvia incesante desde las aguas de la superficie y se mezclan con los innumerables seres que se acumulan, viven y mueren en el fondo, en muchedumbres que bastan para construir hiladas tan grandes como las de nuestras montañas.

Obsérvase esto en las luciolas y otros animalillos que se exaltan hasta producir llamas, y asimismo en las plantas tales como las conjugadas y las algas, que en el momento sagrado salen de su vida vegetal usurpando un rango superior y esforzándose por trocarse en animales.

No sólo se revela la vida junto á la nieve, sino que hasta la propia nieve vive en ciertos sitios, tal es en ella el pulular de animalillos. Se divisan desde lejos, en la extensión blanca, grandes manchas rojas ó amarillas. Los montañeses dicen que es nieve podrida.

Y Azorín ha contestado: Yo imagino, Sarrió, que usted ya se regodea con las pechugas de esos patos. Y esos patos son de un buen hombre que es obispo. Este hombre, además de ser obispo, es un poco sabio y un poco artista, y en los ratos que le dejan libre sus cuidados se asoma al río y va echando migajas a los patos. San Bernardo era también amigo de los animalillos que Dios cría.

Palabra del Dia

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