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Actualizado: 29 de junio de 2025
El Armada se afierra bien y planta, El bergantin del lado no se absenta, Con cabos, guindaletas amarrados, Estan todos del viento contrastados.
A las once de la noche el comandante Ramírez y el inspector de policía tenían presos ya a todos los individuos de la junta y a diez o doce de los más caracterizados carlistas de Nieva, los cuales, amarrados y custodiados por media compañía, según las prevenciones del comandante general, esperaban debajo de los soportales del Ayuntamiento la orden de marcha.
Al final de la comida del mediodía, después de haber bebido su botella de sidra hecha, y fumado sus dos pitillos, de los amarrados por la cintura, era ya otro hombre.
Así, salté de mi hamaca, convidé á dos amigos y me fui á tierra, tomando la direccion que nos indicaban el canto mismo y una luz rojiza que brillaba entre las sombras espesas de la selva. La playa estaba desierta y ni un solo boga dormía sobre las toldas de los champanes amarrados á una ancla de hierro y algunos gruesos troncos.
668 Piensen los hombres honrados en la vergüenza y la pena de que tendría el alma llena al verme, ya tan temprano, igual a los que sus manos con el crimen envenenan. 669 Declararon otros dos sobre el caso del dijunto, mas no se aclaró el asunto, y el Juez, por darlas de listo, "Amarrados como un Cristo", nos dijo, "irán todos juntos". 670 "A la justicia ordinaria voy a mandar a los tres."
Dirigiéronse a la montaña por el valle de Cañedo, pero al día siguiente una docena de guardias civiles, que salió inmediatamente en su persecución, los sorprendió en el momento de estar acampados comiendo, y sin que pudiesen hacer resistencia los trajo para la villa amarrados.
De repente se levantó una gritería espantosa. Corrimos; era una cuerda de presos, que un soldado, de grandes lentes, empujaba con su quitasol, amarrados los unos a los otros por el extremo de la coleta.
Con los ojos hinchados por el sueño y sintiendo leves escalofríos en el cuerpo, miré por la ventanilla y vi el pueblecillo de Vilches pintorescamente colgado entre dos montañas no muy lejos de la vía: parece sentado en un columpio cuyos cabos invisibles están amarrados a la cima de aquéllas.
La estaca era, lector, el estar los caballos amarrados afuera, aunque sin haber roído un mal grano, ni haber hecho un céntimo de gasto ni de desperfecto. Echó don Simón un duro sobre la mesa. Quédese usted con la vuelta dijo don Celso, que mandaba hasta en los deseos del candidato. Guardó el avaro la moneda; pero no dijo una palabra.
Además, y para colmo de contento, como sólo dos noches pasaríamos amarrados a la orilla, los mosquitos no tendrían sino la última para entrar en campaña. Y al fin del río, no nos esperaba ya la mula, sino un cómodo transatlántico y más allá... ¡la Europa! Vamos, la situación era llevadera.
Palabra del Dia
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