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Actualizado: 6 de junio de 2025


Y podrá ser que viniese a contentarme con sola la imitación de Amadís, que sin hacer locuras de daño, sino de lloros y sentimientos, alcanzó tanta fama como el que más. -Paréceme a -dijo Sancho- que los caballeros que lo tal ficieron fueron provocados y tuvieron causa para hacer esas necedades y penitencias, pero vuestra merced, ¿qué causa tiene para volverse loco? ¿Qué dama le ha desdeñado, o qué señales ha hallado que le den a entender que la señora Dulcinea del Toboso ha hecho alguna niñería con moro o cristiano?

Pero ahora quiso la buena suerte que se detuvo el accidente de la locura y le dio lugar de contarlo hasta el fin; y así, llegando al paso del billete que había hallado don Fernando entre el libro de Amadís de Gaula, dijo Cardenio que le tenía bien en la memoria, y que decía desta manera: «Luscinda a Cardenio

Pero, acordándose que el valeroso Amadís no sólo se había contentado con llamarse Amadís a secas, sino que añadió el nombre de su reino y patria, por Hepila famosa, y se llamó Amadís de Gaula, así quiso, como buen caballero, añadir al suyo el nombre de la suya y llamarse don Quijote de la Mancha, con que, a su parecer, declaraba muy al vivo su linaje y patria, y la honraba con tomar el sobrenombre della.

Y el primero que maese Nicolás le dio en las manos fue Los cuatro de Amadís de Gaula, y dijo el cura: -Parece cosa de misterio ésta; porque, según he oído decir, este libro fue el primero de caballerías que se imprimió en España, y todos los demás han tomado principio y origen déste; y así, me parece que, como a dogmatizador de una secta tan mala, le debemos, sin escusa alguna, condenar al fuego.

Tres barcos, «Amadís», «Lagonda» y «Baracoa», cargados de armas y pertrechos ya estaban para salir de Fernandina, cuando las Autoridades de aquella ciudad, los detuvieron. La traición de un miserable, que estará mientras viva, libre de todo, menos del remordimiento, vendió su poderoso plan. Entonces que sufrió Martí lo indecible.

En ningún mapa habría ya sitio en que ponerla. Ni era menester porque el mágico Apolidón había derribado el Arco de los leales amadores, enojado de que ya nadie pasara por él, como pasó Amadís fiel a Oriana. Poco satisfecho estaba Morsamor de mismo en aquellos instantes. Cuando iba a llegar al término de su peregrinación, un fúnebre presentimiento contristaba su alma.

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