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Actualizado: 16 de mayo de 2025


Ella se dejó lavar la herida con un abandono de criatura enferma, fijando en su agresor unos ojos implorantes, que se abrían enteros por primera vez. Cuando la sangre cesó de surgir, formándose en la sien una mancha roja de coágulo, Ferragut intentó levantarla. No, déjame así murmuró ella . Prefiero estar á tus pies. Soy tu esclava... tu cosa. Pégame más, si eso calma tu cólera.

Hubiera sido un atentado contra las leyes establecidas por los antiguos, más conocedores de la vida que los hombres del presente. El hermano del herido ó del muerto sólo atendía al que estaba en el suelo, sin preocuparse de atajar á su agresor. Tiempo le quedaba de ir en busca del que se había «desgraciado», allá donde estuviese, para «desgraciarse» á su vez, ejerciendo el derecho de la venganza.

El P. Gil se puso densamente pálido: asomaron dos lágrimas a sus ojos; pero no hizo movimiento alguno para arrojarse sobre su agresor. Gracias a la actitud resuelta de Obdulia, el asunto no fue llevado a los tribunales.

El agresor respondía a estos mayidos con otros obscuros sonidos guturales que expresaban remordimiento. Al fin, no pudiendo resistir más tiempo la vista de aquella tragedia dolorosa, giró sobre los talones y salió de la estancia.

Observé también que la noche en que, previo anuncio, se daba sesión de linterna, la concurrencia era mucho más numerosa. El que estuvo a punto de echar a perder aquel sabroso recreo fue el tío de Elenita, que en lo más interesante de él se puso a gritar, indignado, que le habían dado un beso. Nunca pudo saberse quién había sido el desdichado agresor.

Sus ojos, que todo lo contemplaban de color escarlata, acabaron por distinguir unas caras negras y otras blancas... Eran los descargadores militares y civiles, alarmados por el aspecto de un hombre que corría como un loco. Lanzó una maldición al verse detenido. Con el instinto justiciero de las multitudes, estas gentes sólo se preocupaban del agresor, dejando libre al que huía.

Pero se encontró con una voluntad de hierro y una muñeca de acero: agresor y agredido rodaron agarrados por el suelo; en el mismo instante, el viejo se irguió, tomando con una mano la pistola que había podido arrebatar y con la otra sujetando con el brazo tendido la garganta de un joven de hosco y salvaje semblante, que pretendía deshacerse con esfuerzos sobrehumanos.

Palabra del Dia

bagani

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