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Actualizado: 15 de junio de 2025
Salabert esperaba de un momento a otro, por medio de una gran oferta que tenía preparada, introducir el pánico en el mercado y hacerlas bajar a cuarenta. Entonces, por medio de sus agentes en Madrid, en París y en Londres, se haría dueño de la mitad más una, y por lo tanto del negocio.
El que habló en aquella ocasión era un vil instrumento de los agentes del Rey. ¡Es éste! ¡Aquí está! exclamó uno, señalando á Lázaro á la atención de toda la asamblea. Sí: el sobrino de Coletilla. ¡Sobrino de Coletilla! ¡Sobrino de Coletilla! repitieron muchas voces. Tumulto espantoso resonó en todo el ámbito. Todos se levantaron y miraron á Lázaro.
Mil agentes bullían en Madrid, realizando, con maravillosos beneficios, esas combinaciones obscuras entre el Tesoro y los usureros, entre los servicios y las contratas, de que resultaban los únicos milagros del siglo XIX. Desde que le asaltaron estos pensamientos, Melchor ideaba todas las semanas un plan o arbitrio nuevo.
Los grandes pulpos, que viven en formidables profundidades, no se dignaban subir para darse á conocer á los hombres. La enfermedad y la guerra oceánica eran los únicos agentes que de tarde en tarde delataban su existencia de un modo casual. Flotaban sobre las olas sus patas sueltas, arrancadas por la férrea mandíbula de los peces carniceros.
Al bajar del automóvil vió una extensa llanura cubierta de hierba y formadas en ella dos compañías de soldados. Otros vehículos habían llegado antes. Del grupo de personas descendidas se despegó Freya, dejando atrás á las monjas y los agentes que la escoltaban. La luz del amanecer, azul y fría como los reflejos del acero, iluminaba las dos masas de hombres armados formando ancha calle.
De sobra conocían estos respetables agentes del poder gubernativo las tendencias anárquicas que algunas veces manifestaba el vecindario de Lancia. Pero lo que no sospechaban siquiera al introducirse incautamente entre la muchedumbre, de Altavilla fue que habían de salir de allí sin bastón, sin sable, sin kepis y con las mejillas abofeteadas. Así estaba escrito, sin embargo.
¡Señor cura! exclamaba yo impaciente ¡hum, hum! no es un argumento muy convincente. Permitidme, permitidme contestaba el buen hombre, perturbado en el saboreo de su comida; creo que la señora de Lavalle va más allá de su idea al emplear esta expresión: agentes del diablo; pero también es cierto, que hay muchos hombres, que no son acreedores de una gran confianza.
Los agentes externos consiguen tener en suspenso por algún tiempo sus funciones biológicas, pero al cabo el grano logra germinar, hunde sus raíces en la tierra y alza al aire su tallo. ¿Por qué? Porque viene provisto de armas para la lucha por la existencia... Tal es la historia de mi vida.
Todo tónico poderoso, todo estimulante enérgico, además de las sustancias que tienen accion especial, son antiperiódicos, agentes curativos de la fiebre intermitente por el método perturbador. Y nos consta en efecto, que el ponche, el vino caliente, la esencia de menta...., han curado en Africa tantas fiebres intermitentes como la quina y sus sales.
Las hembras eran sumisas; la debilidad femenil las hacía temer al arreador y se esforzaban en su trabajo. Los manijeros, agentes reclutadores, bajaban de la montaña al frente de sus bandas empujadas por el hambre.
Palabra del Dia
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