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Adormiláronse Apolonio y Novillo sobre el traqueteo y el cascabeleo. Despertóles un silencio, como si de un tirón les hubiesen arrancado la almohada. ¿Qué pasa, que se ha parado el coche? preguntaron entrambos a la vez, y tendieron el oído. ¿Quién eres, chacho? gritaba el cochero. Soy Celesto, el zagal de Cachán respondió una voz. Este Celesto había sido oficial de Belarmino años atrás.

No lo consentirás, pues tu discreta Vena abundante y rica, no permite Cosa que sombra tenga de imperfeta. Señor, este que aqui viene se quite, Dixe á Mercurio, que es un chacho necio, Que juega, y es de satiras su embite. Este que podrás tener en precio, Que es ALONSO DE SALAS BARBADILLO, A quien me inclino y sin medida aprecio.

Un Nuezvana, licenciado en derecho canónico, orador ampuloso y ergotista, figura entre los que proclamaban la necesidad de una restauración monárquica como régimen argentino. Los Nuezvanas siempre fueron algo fastuosos. Un Ebro, militar aguerrido, tuvo gran importancia en las guerras gauchas, combatiendo al Chacho y a Facundo Quiroga.

El año 41, el Chacho, caudillo de los llanos, emigró a Chile.« ¿Cómo le va, amigo? le preguntaba uno. ¡Cómo me ha de ir! contestó con el acento del dolor y de la melancolía , en Chile y a pieSólo un gaucho argentino sabe apreciar todas las desgracias y todas las angustias que estas dos frases expresan. Aquí vuelve a aparecer la vida árabe, tártara.