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Actualizado: 14 de junio de 2025
Rechila no ha pasado de Mérida, que ha conquistado después de un corto asedio manifestó Saleta sin turbarse poco ni mucho. Dispenze uzté, amigo; en el archivo de mi caza hay documentoz que acreditan que el zeñó Renchila ha entrao una mijita por la provincia e Málaga, y que el zeñó Matalaoza, mi abuelo, por la línea de madre, ni pa Dioz quizo deharle seguí ma adelante.
Permítame usted, amigo Valero; me parece que está usted en un error. Ese Rechila debe de ser otro. Entre los suevos ha habido varios Rechilas... No zeñó, no... El Rechila que ha derrotao mi abuelo era el antepazao de uzté... Eztoy zeguro... De la provincia de Pontevedra... Ze le conocía enzeguidita por el acento. Y afectaba gran seriedad al proferir estas frases.
Cualquier afrenta, la más dura agresión. «antes, eso es, que aquellas incertidumbres, ¡caray! sí, señor; que aquel estado violento, eso es, en que no podía él vivir». Dio tres golpes muy desconcertados, como los que a él le producía en el angustiado pecho el acelerado latir de su corazón, y salió Catana. En cuanto vio a don Adrián le dijo sin acabar de abrir la puerta: El zeñó no pué...
Ya habrás notado que no juega con el vargueño ni con las cornucopias, ni se honra con tan señalada procedencia. Es ebanistería de la más mala entre lo peor que se ha hecho y estilado en esta tierra. Con todo, tiene para mí gran mérito por los recuerdos que me trae a la memoria... ¿Te vas enterando tú también, desaboría gitana? Zí, zeñó, contestó la rondeña, muy grave y con los ojos muy abiertos.
Con eya en la mano, hay mu poco que tengan tan güena sombra... Lo que le tiene er Gordo, e que sabe demasiao er terreno que pisa... y cuando se sabe mucho... vamo... ya me entiende usté, D. Enriquito. Ozté perdone, zeñó José dijo a esta sazón Merluza.
Alcaparrón dio un respingo para librarse de la garra del aperador, y moviendo las manos con ademanes femeniles, acabó por persiguarse. ¡Uy!, zeñó Rafaé y qué malo que es uzté... ¡Jozú! ¡y qué cosas dice este hombre!
Y juntaba las manos con desesperación, mirando a Salvatierra y diciéndole con vehemencia infantil: No le crea usté, zeñó; es muy malo y me dice eso por pudrirme la sangre. Por la salusita de mi mare que too es mentira... Y explicaba el misterio de los dos sombreros superpuestos que llevaba calados hasta las orejas, rodeando su cara de pícaro de un nimbo de dos colores.
De los puertos de esta costa... Dios sabe de cuál de ellos... Porque ¡cuidado que es línea larga, eh?... Vete pasando la vista sobre ella de extremo a extremo... Lo menos cuarenta leguas. ¡Jezú! Y no rebajo una pulgada, señora rondeña... Y a propósito, ¿para cuándo deja usted el morirse? ¿Por qué no se ha muerto ya? ¿De qué, zeñó? De asombro.
Palabra del Dia
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