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Actualizado: 16 de junio de 2025


Fueron en esta barca el Coronel Mas y Mos de Indón, diciendo que iban á traer á D. Alvaro, pero no volvieron más al fuerte. A medio día se tornaron á juntar los Capitanes y hicieron Gobernador del fuerte al Capitán Rodrigo Zapata, que se había levantado de la cama.

Antonio, que tenéis Oficiales y soldados que harán lo que los suyos, y que si en ellos hobiese la falta que decís, no se os habrían echado á los pies suplicándoos que los dejásedes salir á pelear fuera, como lo han hecho, el Coronel Mas, el Capitán Alvaro de Luna, Jerónimo de la Cerda, Rodrigo Zapata, Galarza, Juan Ortiz de Leyva y otros Capitanes y Oficiales y soldados particulares.

El Padre Zapata les hizo varios presentes, aconsejándoles que cambiasen su manera de vivir; y habiendo sabido que tenian mas al norte unos enemigos llamados Cayuvavas, continuó su marcha hácia esta parte, y encontró mas de dos mil indígenas distribuidos en siete poblaciones, cuyo cacique, llamado Paytiti, se hácia notar por su mucha y muy crecida barba.

Callaba Benina, tapándose la boca con la sábana, y esta humildad y moderación encendieron más el rencorcillo de la viuda de Zapata, que prosiguió molestando a su compañera: «Nadie reconoce como yo tus buenas cualidades, porque las tienes; pero hay que ponerte siempre a distancia, no dejarte salir de tu baja condición, para que no te desmandes, para que no te subas a las barbas de los superiores.

Este cálculo del jefe de las tropas ha sido posteriormente corroborado, y ahora, en posesión de datos fidedignos, puedo asegurar que los alzados, cuya fuerza ascendía al número expresado, estaban mandados por los titulados generales Zapata y Pitillí.

En la parte que a las dos personas allí presentes interesaba, disponía Rafael lo siguiente: a Obdulia y a Antoñito, hijos de su primo Antonio Zapata, les dejaba el cortijo de Almoraima, pero sólo en usufructo. Los testamentarios les entregarían el producto de aquella finca, que dividida en dos mitades pasaría a los herederos del Antonio y de la Obdulia, al fallecimiento de estos.

Aprovechando la confusión, el caballo, ansioso de libertad, escapó desbocado hacia Madrid, sin dejarse coger de los transeúntes que lo intentaron, y en pocos minutos Zapata y sus amigos le perdieron de vista.

El pobre señor, azarado, no sabía qué decir. Sus tonterías envalentonaron a Zapata, que prosiguió mortificándole: «Y ahora que estamos en fondos, amigo Ponte, lo primero que tiene usted que hacer es jubilar el sarcófago. ¿Qué? El sombrero de copa que tiene usted para los días de fiesta, y que es de la moda que se gastaba cuando ahorcaron a Riego. ¿Qué entiende usted de modas?

Una vez caía yo de un camino de encrucijada al de Buenos Aires, y el peón que me conducía echó, como de costumbre, la vista al suelo. «Aquí va dijo luego una mulita mora muy buena... ésta es la tropa de don N. Zapata..., es de muy buena silla..., va ensillada..., ha pasado ayer...» Este hombre venía de la Sierra de San Luis; la tropa volvía de Buenos Aires, y hacía un año que él había visto por última vez la mulita mora, cuyo rastro estaba confundido con el de toda una tropa en un sendero de dos pies de ancho.

Sabido es que la construcción de este paseo se debe al Asistente don Francisco Zapata, conde de Barajas, el cual, de un lugar tan infecto y malsano como era aquel, que se llamaba la Laguna por ser punto donde se estancaban las aguas, hizo un hermoso lugar de recreo y esparcimiento para el pueblo sevillano.

Palabra del Dia

rigoleto

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