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Quan grande haya sido la industria de los antiguos, que fixaron las letras, las unieron para formar ciertas sílabas, y determinaron los vocablos á significar ciertas nociones mentales, de modo que profiriendo un hombre un vocablo se excitase en el que lo oía la misma nocion y pensamiento que intentaba manifestar el que hablaba, se dexa á la consideracion de los que meditando en lo interior de las cosas, alcanzan el valor de ellas.

¡Cómo! ¿Atreverse la tía pendanga á venir á insultarlas á su propia casa? ¿Insultar á su madre? ¿Insultarlas á ellas? ¡Esa sin vergüenza! ¡Esa cualquier cosa! ¡Esa p...! Y salió el vocablo infamante, y se repitió infinitas veces á gritos por las cuatro mujeres, trasformadas en cuatro tigres de Hircania.

Perdonadme, pero de tal modo me han hecho vomitar versos en San Marcos, que aún me duran las ansias; donde piso, dejo sátiras; de donde escupo, saltan romances; donde llega mi aliento, se clavan letrillas. Pero prometo, á fe de Quevedo, no volver á hablaros sino en lisa prosa castellana. ¿Sin jugar del vocablo? Lo otorgo. ¿Ni del concepto?

Su expresión era extraña. El demasiado dolor la hacía sonreír. Caminó hacia la mesa. Removió la mecha del velón, la limpió, la retorció debidamente. Luego, sin pronunciar un vocablo, salió de la estancia. El rey don Felipe Segundo era llamado, con razón, el Prudente.

Entre ellos no se cambia un solo vocablo, aunque el fogón esté apagado y nunca llegue la hora de poner la mesa. Y es que los sin ventura están resignados a no comer, mejor dicho, han perdido la saludable costumbre de comer. Estas vidas están sepultadas en el «in pace» de todas las renunciaciones.

Con el título que arriba se expresa, el señor D. B. Rodríguez Serra ha empezado a publicar una colección de libros de filosofía, y de esto que con vocablo feo e híbrido llaman ahora sociología.

Durante el camino, reclinado en los cojines del coche, fue componiendo en su mente dramático discurso, con el cual contaba conmover el corazón del monarca. Ensayaba la mímica y la voz, trocaba un vocablo por otro, rehacía toda una frase y, lleno de confianza, cumplimentábase a mismo por el hallazgo de un epíteto más culto o de un hipérbaton más elegante.

Y después, cuando el despejo de su cerebro le hacía dueño de todas sus triquiñuelas de hombre leído y mundano, no volvió a salir de sus labios ni un solo vocablo soez, ni una sola espontaneidad de aquellas que existían dentro de él, como existen los trapos de colorines en algún rincón de la casa del que ha sido cómico, aunque sólo lo haya sido de afición.

¿V. no sabe, padre, que eso se califica con un vocablo novísimo en castellano, y que suena mal y como censura? ¿Qué vocablo es ese? Coquetería.

Ramiro no perdía un solo ademán, un solo vocablo del narrador, y, por momentos, la pasión de la lucha le alucinaba con tal ímpetu que llegaba a creerse, él mismo, sobre la cubierta del navío o entre los caballos y alfanjes de los infieles.