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Actualizado: 26 de junio de 2025
El comisario de la Presa empezaba á sentirse inquieto por estas visitas y á vivir mal, temiendo todas las mañanas la denuncia de algún robo... Pero transcurrían los días sin que se alterase la paz del pueblo y sus alrededores. En el rancho de Manos Duras se mataban y desollaban reses, vendiendo carne el gaucho á toda la comarca.
Esta población tan heterogénea, á decir verdad, no sabríamos cómo vive, á no recordar la prodigalidad del suelo y la abundancia de carne que suministra el sinnúmero de venados que recorren sus bosques; venados, cuya carne, como todo lo demás que representa una necesidad ó una superfluidad, hay que buscarlo en la vecindad, pues allí, á pesar de no haber mercado ni tienda abierta, puede asegurarse que, salvas poquísimas excepciones, todos son comerciantes, vendiendo unos lo que les sobra de sus pacotillas y ranchos, aprovechando la falta de otros.
Lafontaine huyó otra vez, y sus biógrafos le encuentran en París vendiendo de casa en casa las obras por entregas que publicaba el editor Lachatre: novelas folletinescas, libros de viajes, libros de Historia, de Geografía, de Arquitectura.
De la carta a Gato son estas frases: «Todo minuto me es preciso para ajustar la obra de afuera con la del país. ¿Y me habré de echar por esas calles, despedazado y con náuseas de muerte, vendiendo con mis súplicas desesperadas nuestra hora de secreto, cuando usted con este gran favor, puede darme el medio de bastar a todo con holgura, y de cubrir con mi serenidad los movimientos?». «Si le escribo más me parece que le ofendo.
El primero en aproximarse al improvisado caudillo, fue Paco el de Trebujena, el bracero rebelde, despedido de todos los cortijos, que andaba por el campo con su borriquillo vendiendo aguardiente y papeles revolucionarios. Yo voy contigo, Juanón, ya que el compañero Fernando nos espera.
Los Infantes de Lara, generosos y confiados como su padre, se dejan conducir á la frontera enemiga por el traidor que los entrega, y allí abandonados por él á un numeroso ejército de infieles, pelean varonilmente en el campo de Albacar , vendiendo caras sus vidas.
Viva en la corte ufano el soberbio político muriendo, y en solio soberano vivan con él los que le están vendiendo; que yo sin esta muerte contento vivo con mi humílde suerte. Beba en taza dorada el príncipe mayor: tenga su mesa de siervos rodeada; que yo á quien de esta vanidad no pesa, bebo en taza de hielo el líquido cristal de un arroyuelo.
Se indignó el mendigo ante esta concurrencia. ¡Largo de allí! ¿No tenían bastante con lo que robaban, vendiendo retratos y rosarios?... Y él fué quien guió al médico, por un ancho corredor que conducía á un patio descubierto. Allí estaba la portería.
Por otra, interesan mucho al extranjero los grupos de campesinos que estacionan á orillas de la calle y al derredor de las fuentes, vendiendo sus frutas y provisiones: gentes de fisonomías candorosas y amables, sobre todo las mujeres, ataviadas del modo mas original.
Palabra del Dia
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