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Las galas al uso, la continua genuflexión, el ambiente de los estrados y todo el artificioso juego de sentimientos alambicados o fingidos, todo aquel estoraque, todo aquel histriónico afeite de la vida cortesana, agravado por los exquisitos refinamientos «que», según don Íñigo, «la prudente malicia de los extranjeros brindaba a los españoles para afeminalles el valor», habían concluido por cubrir con mentirosa envoltura la austera fibra castellana de don Alonso.

Aunque algunos pretendieron que no saliesen las mujeres á las tablas, y que se restaurase la antigua costumbre de representar los niños sus papeles, no se accedió á su demanda, y, al contrario, se declaró que este último uso era más decente que el primero.

En Méjico nunca faltan hombres para pelear y morir. Hay siempre más que fusiles. Pero, en realidad, eran simples riñas de grupo á grupo, dejando á la iniciativa de cada pelotón la marcha del combate. Tiraban y tiraban hasta agotar las municiones, sin hacer uso jamás del arma blanca. Ninguno tenía bayoneta.

Por lo cual don Juan suponiéndose puesto en ridículo ante mismo, se asustó y resolvió convencerse de que no había degenerado, y de que estaba en pleno uso de su libre albedrío.

En el brazo izquierdo llevaba ella un enorme pañolón de seda roja, cubierto de lindas flores prolijamente bordadas en el Imperio Celeste; y, según es uso en Lisboa, lo extendió como colgadura sobre el antepecho del palco.

Pero el rey gobierna, y las Cortes, según el uso antiguo, votan y callan. Nosotros hemos caído en la cuenta de que el rey existe para la nación y no la nación para el rey. Eso es dijo D. Pedro el rey para la nación, y la nación para los filósofos.

No manifestó siquiera mayor emoción o inquietud que antes: tan sólo se la quitaba cuando iba a hacer uso de ella en el juego. ¿Qué será esto? se preguntaba Miguel todo confuso. ¿Tendrá esta chica ya tanta malicia? ¿Será pura inocencia?

En el centro de cada mesa, segun el uso del establecimiento, se presentaban cuatro platitos de colores con cuatro pasteles cada uno, y cuatro tazas de con sus correspondientes cubiertas, todas de porcelana roja; delante de cada banquillo se veían una botella y dos copas de luciente cristal.

Suspiró doña Guiomar, partiósele de los ojos, aunque involuntariamente, una mirada, que como si hubiera sido fuego del cielo, en su dulce fuego abrasó el corazón de Cervantes, y luego, bajando los ojos ruborosa la bellísima doncella viuda, quedose en silencio como si la grandeza de lo que sentía la vedara el uso de la palabra.

Hay pocos y feísimos carruajes de plaza: en las fuentes públicas noté el mismo uso de las cubas de nuestros gallegos. No ningun templo monumental ni de arte, la ciudad no es muy animada, y su grande poblacion apénas se ve.