Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 15 de junio de 2025
Tellagorri no necesitaba de nadie para vivir.
Luego, a todo el que iba a pedirle algo, después de reñirle rudamente y de reprocharle sus vicios y de insultarle a veces, le daba lo que le parecía, hasta que a mediados del mes se le acababa el montón de pesetas y entonces daba maíz o habichuelas siempre refunfuñando é insultando. Tellagorri decía: Esos son curas, no como los de aquí, que no quieren más que vivir bien y buenas profinas.
Toda la torpeza de Tellagorri hablando castellano se trocaba en facilidad, en rapidez y en gracia cuando peroraba en vascuence. Sin embargo, él prefería hablar en castellano porque le parecía más elegante.
Efectivamente, así fué; el mismo día en que el viejo supo la paliza que su sobrino había adjudicado al joven Ohando, le tomó bajo su protección y comenzó a iniciarle en su vida. El mismo señalado día en que Martín disfrutó de la amistad de Tellagorri, obtuvo también la benevolencia de Marqués.
¿Y ya existían Zalacaín entonces? No sólo existían, sino que eran nobles. Oye, oye dijo Tellagorri dando un codazo a Martín, que se distraía. ¿Quieren ustedes que lea lo que dice el cronista? Sí, sí. Bueno. Pues dice así: «Título: De cómo murió Martín López de Zalacaín, en el año de gracia de mil cuatrocientos y doce.»
Tellagorri era de la familia de los Galchagorris, la familia de los pantalones colorados, y este consonante, entre el mote de su familia y su nombre había servido al padre de la sacristana, viejo chusco que odiaba a Tellagorri, de motivo a una canción que hasta los chicos la sabían y que mortificaba profundamente a Tellagorri. La canción decía así: Tellagorri Galchagorri Ongui etorri Onera.
Al señor Soraberri se le había olvidado la especie, pero recordó pronto de qué se trataba; encargó a su hija que trajese un vaso de vino para Tellagorri, entró él en su despacho y volvió poco después con unos papeles viejos en la mano; se puso los anteojos, carraspeó, revolvió sus notas, y dijo: ¡Ah! Aquí están.
El camino que llevaba a la plantación de tabaco del viejo, partía de una heredad de los Ohandos y pasaba por un foso de la Ciudadela. Abriendo una puerta vieja y carcomida que había en este foso, por unos escalones cubiertos de musgo, se llegaba al rincón de Tellagorri.
Cuando murió Tellagorri, Catalina de Ohando, ya una señorita, habló a su madre para que recogiera a la Ignacia, la hermana de Martín. Era ésta, según se decía, un poco coqueta y estaba acostumbrada a los piropos de la gente de casa de Arcale. La suposición de que la muchacha, siguiendo en la taberna, pudiese echarse a perder, influyó en la señora de Ohando para llevarla a su casa de doncella.
Pues es hombre listo, hombre de alguna portuna, tiene su fiano en casa. No había manera de que uno u otro pronunciaran estas letras bien. Tellagorri se sentía poco aficionado a las cosas de iglesia, tenía poca apición, como hubiera dicho él, y cuando bebía dos copas de más la primera gente de quien empezaba a hablar mal era de los curas.
Palabra del Dia
Otros Mirando