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A diez y siete millas de Lóndres, cerca del pueblo de Sydenham, se encuentra el nuevo Palacio de cristal, en el centro de una área de 300 acres, y dominando sobre una colina todo el pintoresco paisaje que se extiende hácia el Támesis, ya en la direccion de Lóndres, ya en la de Greenwich, así como en opuestos sentidos.

El primero es de una estructura monumental, de un atrevimiento admirable, y ofrece una vista espléndida sobre el Támesis y gran parte de la ciudad. Fué reconstruido en 1831, tiene 782 piés ingleses de longitud y unos 80 de anchura; es todo de granito, compuesto de tres enormes arcos casi horizontales de un mérito arquitectónico insuperable.

Pero la libertad del Támesis es una necesidad imperiosa que se opone á la multiplicacion de los puentes, porque es en ese rio fabulosamente agitado y rico, donde Lóndres tiene su vida ó su corazon.

El palacio, que tiene tambien por su actual aplicacion el nombre de «Colegio del Rey», tiene una extensa y hermosa fachada de arquitectura complicada y mixta, y se destaca de entre las aguas del Támesis con el doble aspecto de un palacio real suntuosísimo y una fortaleza desarmada y elegante.

Ese puente es un verdadero monumento de arquitectura moderna, tiene una hermosura pintoresca, y es en su género uno de los mejores de Europa. Por último, el puente de Hungerford es colgante ó suspendido sobre dos estribos, uno de los cuales sirve de embarcadero muy ingenioso, descendiendo á la mitad del Támesis por grandes graderías, y tiene un aspecto tan elegante como singular.

El parque de Greenwich es el Saint-Cloud de los vecinos de Lóndres. En el fondo de ese hermoso parque se levanta el famoso observatorio astronómico, cuya cúpula tiene unos 250 piés de elevacion sobre el nivel del Támesis.

Ademas, en la vasta porcion de Lóndres que se extiende al frente de la City, del lado sur del Támesis, hay en la especie de península de Rotherhithe una multitud de grandes diques de no menor importancia que los de la banda setentrional.

Una visita al Brown, que se mece gallardamente en las aguas del Támesis, a la altura de Greenyde. Uno de los objetos de mi viaje a Inglaterra ha sido ver la gran nave argentina. El pabellón flotando en la popa me llenó de indecible emoción, que se aumentó por la cordial acogida que recibí de la oficialidad argentina, con su digno comodoro a la cabeza.

Al derredor, sobre los muelles, se destacan las alas de inmensos almacenes, provistos de sótanos ó subterráneos para los vinos y otros muchos artículos, y es allí donde se depositan todos los valores que el comercio de Lóndres hace girar por medio del Támesis. ¡Y qué movimiento el que reina en aquel escenario de la industria!

El golpe de vista que ofrece el Támesis, en un dia claro del mes de julio, es magnífico y grande: el rio imponente y anchísimo, con sus magníficos puentes, y surcado por innumerables vapores; y cercando el rio, por ámbas riberas, dos grandes lienzos de palacios, iglesias, monumentos: es un admirable sitio de recreo la vista del Támesis.