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El ancho tejado negruzco baja en pendiente rápida; el alero sombrea el dintel de la puerta. Dentro, el piso está empedrado de menudos guijarros. En un ángulo hay un montón de leña; apoyadas en la pared yacen la horquilla, la escoba y la pala de rabera desmesurada. Una tapa de hierro cierra la boca del hogar; sobre la bóveda secan hacecillos de plantas olorosas y rotenes descortezados.

Por desgracia, esas hierbas se secan en muy pocas semanas, la tierra se calcina de nuevo, y los habitantes, afligidos, se ven obligados á ir en busca del agua necesaria, á las llanuras lejanas cubiertas de eflorescencias salitrosas. El agua se deposita en grandes tinajas, y les gusta mirarse en ella, lo mismo que en nuestros felices climas podemos hacer en el mágico espejo de nuestras fuentes.

BACALAO REBOZADO. Puesto a remojar veinticuatro horas en trozos regulares, se cambia el agua dos o tres veces, y después se secan bien los trozos y se rebozan con harina y huevo. Se sirve en seguida. SALMÓN ASADO. Limpio y cortado en ruedecitas el salmón, se sazona de sal, y bien untado de manteca de vaca o aceite, se pone en la parrilla y se asa.

Sus hojas son de un verde claro, sus flores amarillentas e insignificantes y sus bayas de rojo obscuro. El fruto está adherido a las ramas por un tallo corto, y contiene una pulpa blanca con semillas duras que al ser expuestas al aire por unos cuantos días se endurecen y secan a tal extremo que sólo pueden partirse con instrumentos muy cortantes.

Los sacan chorreando. Los limpian con sal de potasa. Los tienen al calor sobre láminas de hierro caliente. Los secan bien en tinas de aserrín. Los bruñen en la máquina de cepillar. Con la badana les sacan brillo. Y nos los mandan a la casa, blancos como la luz, en su caja de terciopelo o de seda. La muñeca negra

Algunas de ellas sólo tienen una existencia temporal; después de haber manado durante cierto número de horas, se secan repentinamente; los pequeños saltos de agua cesan de susurrar, las paredes de su balsita se secan y las hierbas que humedecía se doblan lánguidamente.

Si hay montes que desaparecen, roídos por el tiempo y la intemperie, hay otros que surgen empujados hacia la luz por fuerzas subterráneas; mientras unos ríos se secan lentamente absorbidos por el desierto, otros torrentes nacen y crecen; unas cascadas se obliteran, pero otras, después de haber roto las paredes que las retenían, se desprenden de los altos lagos desplegándose en ligeras velas ó se lanzan en compactas masas sobre las faldas de los montes.

El sol es blanco y frío, las flores no tienen fuerza para abrirse y no se oyen en el campo más que pajarillos piando en los breñales. ¡Antes había un aire tan dulce, tan agradable cuando empezaba a caer la tarde y me gustaba tanto cuando agitaba mis cabellos! Ahora son brisas que lo secan todo y me espanta el ruido que hacen cuando rechinan en las ramas muertas.