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Actualizado: 29 de junio de 2025


Un periódico indiscreto pregunta: «¿Está loco Edmundo Rostand?»... Y cuenta que sus criados le han hallado metido en un baño sin agua y completamente vestido ¡Pobre Coquelin! Pasan otros dos años; de tarde en tarde, á intervalos prudentemente calculados, los diarios hablan del maestro: el recuerdo de «Chantecler» persiste triunfador.

Yo que ese dolor que atormenta al poeta no tiene cura: como á todos los grandes, la sed que atormenta á Edmundo Rostand, es sed de Infinito...

De igual opinión debe de ser Edmundo Rostand: sus hijos Juan y Mauricio aseguran la conservación de su apellido, y «Cyrano», por solo, le garantiza la inmortalidad. ¿Por qué no tener también una casa?... Y con este pensamiento, el gran poeta levantó esa Villa Arnaga, que, si no es la más excelsa de sus obras, tampoco es la peor.

El distinguido crítico y académico Emilio Faguet, consigna y es una observación curiosa que merece anotarse la escasa intervención que tiene el amor en el Teatro de Edmundo Rostand. Así es, efectivamente.

Edmundo Rostand ha dicho que el asunto de «Chantecler» se le ocurrió bruscamente una tarde que, al regresar á Villa Arnaga, entró en el corral de una casa de labor á beber un vaso de leche. Mientras le servían, el poeta examinó el sitio donde estaba: sobre un montón de paja y de estiércol había varias gallinas, un pato, un perro, un mirlo en una jaula... y todos parecían sostener animado diálogo.

Jamás la agilidad creadora del genio iguala la fecundidad inexhausta de la naturaleza; todos los caracteres que novelistas y dramaturgos desde Corneille hasta Rostand, han inventado, no suman la muchedumbre de tipos, de temperamentos y de familia, que pueden pasar ante nuestro balcón en el espacio brevísimo de una hora.

Todas estas dificultades ha declarado el mismo Rostand al periodista Emilio Berr, se obviaban sustituyendo á los hombres por animales. ¿Acaso unos y otros, en lo que tienen de más esencial, no son idénticos...?»

De aquel filántropo, que ofrendó á la caridad un inolvidable y largo poema de buenas acciones, heredó su hijo la delicadeza sentimental, la exaltada ternura femenina que aroman toda su obra y ponen en cada una de sus estrofas la fragancia de una lágrima y el bálsamo evangélico de una caricia. Nació Edmundo Rostand en Marsella en 1868.

Palabra del Dia

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