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Actualizado: 19 de junio de 2025


Las niñas en vista de que Vetusta es andar de templo en templo con los ojos bajos; Madrid ir de museo en museo rompiéndose los pies y tropezando; el hogar un cuartel místico, con chistes de cura por todo encanto, resuelven libremente meterse monjas, para gozar un poco de... de autonomía, como dicen los liberalotes, que nos dan una libertad parecida a la que gozan las hijas de Carraspique.

En efecto; la estiba del junco estaba llena de agua, la cual unas veces se inclinaba a babor y otras a estribor, con sordos y pavorosos mugidos, rompiéndose su obscura masa contra los puntales y contra los pies de los palos mayor y trinquete. ¿Cómo había entrado aquella agua? ¿Se había abierto una vía por la mala construcción del buque o durante el tiempo que estuvo encallado?

El mar rasgaba la obscuridad con un ronquido plácido, cuya ondulación iba rompiéndose en todos los salientes y recovecos de la costa.

Por los resquicios de la ventana observé una cosa que daba la medida de esas fuerzas incalculables, y era que las olas, cruzándose y rompiéndose unas con otras, con frecuencia no podían caer: por debajo la ráfaga las levantaba cual ligera pluma, desparramando por el campo aquellas pesadas moles. ¿Qué hubiera acontecido si desapareciendo la ventana, el viento embarcara, en nuestra casa aquellas imponentes olas que sostenía y empujaba con la rigidez de una tromba, y conducía á través de los campos, terribles y al aire?...

Las olas, amontonadas en torbellinos, pasaban silbando; las piedras del cauce, empujadas por las aguas, cambiaban lentamente de puesto como monstruos despertados de su sueño y chocaban entre produciendo un sordo ruido; árboles arrancados de raíz, se levantaban fuera del agua y se sumergían pesadamente rompiéndose las ramas contra las piedras arrastradas; las orillas temblaban sin cesar por los choques de los enormes proyectiles que el agua furiosa lanzaba contra ellas.

Sin duda que la vegetación de los márgenes, aspirando la humedad por sus raíces y bebiendo abundante vapor por sus hojas, es bastante más viva y alegre; las parras salvajes, los álamos blancos y el temblón con sus hojas de plata constantemente estremecidas, se levantan hacia el espacio altos, derechos, hinchadas de jugo sus fibras y lisa su corteza, rompiéndose por el impulso de la savia que se desborda.

Palabra del Dia

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