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Actualizado: 24 de mayo de 2025


El triste Octubre prodigaba en laderas y rastrojos amarillas flores, y al soplo del viento que pasaba susurrando, los fresnos se estremecían y dejaban caer las muertas hojas. En el ancho camino el rechinar lejano de una carreta vacía, y orilladas a un vallado de piedras, paso a paso, vuelto el arado doblegadas al yugo y seguidas de los gañanes, media docena de yuntas que volvían de los barbechos.

Algunos grupos de árboles, algunos setos verdes y las techumbres de varias granjas alteraban la monotonía del paisaje. Los campos estaban cubiertos de rastrojos de la cosecha reciente. Los pajares abullonaban el suelo con sus conos amarillentos, que empezaban á obscurecerse tomando un tono de oro oxidado. En las vallas aleteaban los pájaros sacudiendo el rocío del amanecer.

Muchos caerían aún en las últimas convulsiones de la batalla que continuaba á sus espaldas, agitando con un trueno incesante la línea del horizonte... Vió pantalones de grana que emergían de los rastrojos, suelas claveteadas que brillaban en posición vertical junto al camino, cabezas lívidas, cuerpos amputados, vientres abiertos que dejaban escapar hígados enormes y azules, troncos separados, piernas sueltas.

La claridad aumentaba por grados; distinguíamos los rastrojos, las hierbas agostadas, y después las bayonetas de la infantería, las bocas de los cañones, y a lo lejos las masas enemigas, moviéndose sin cesar de derecha a izquierda. Volvieron a cantar los gallos. La luz, única cosa que faltaba para dar la batalla, había llegado, y con la presencia del gran testigo, todo era completo.

En el fondo, el mar, cuyas ondas azules, después de haber prolongado los contornos de la bahía, van a morir sobre frescas praderas cortadas por setos de rosales silvestres y por oxiacantos floridos que esparcen a lo lejos su perfume. Aquí y allá algunas encinas seculares sostienen un techo de rastrojos cubierto de lindas matas azules y de clemátidas, que penden en largas guirnaldas.

El territorio o término de Villalegre confina con la campiña, donde todas son tierras de pan llevar o baldíos incultos, sin huertas, ni olivares, ni viñedos. Si algo verdea por aquellos campos es tal cual melonar en las hondonadas. Todo lo demás es en aquella estación pajizo, ya sembrado, ya barbecho, ya rastrojos, los cuales arden como yesca y suelen quemarse para fecundar el suelo.

Palabra del Dia

ciencuenta

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