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Actualizado: 12 de julio de 2025
Nada satisfecho salía el duque de esta conversación, cuando a la puerta le detuvo el general Santa María. Duque le dijo , ¿habéis visto cosa semejante? ¿Qué cosa? preguntó escamado el duque. ¡Qué cosa, preguntáis! Sí, lo pregunto y deseo respuesta. ¡Un coronel de veintitrés años! En efecto, es algo prematuro contestó el duque sonriéndose. Es un bofetón al Ejército. No hay duda.
Doña Inés estaba muy adelantada en sus concebidas esperanzas de octavo vástago, y en tal delicada situación se cuidaba mucho y procuraba no alterarse por ningún motivo, para que las dichas esperanzas no se frustraran o se torcieran ruinmente, realizándose de un modo prematuro, con deterioro y quebranto de su salud.
Su belleza tomaba un aspecto de ocaso prematuro que inspiraba compasión. Abandonado el esmero de su persona, inerte, con una atonía enfermiza v dolorosa, parecía una planta afotista sin flores ni galas.
Pensad en lo que es la tierra, comparada al mundo hacia el cual esa alma angelical acaba de remontar su vuelo prematuro, y decidme, si os fuere posible, por el ardor de un voto solemne, pronunciado sobre ese cadáver, llamarlo de nuevo a la vida, decidme si alguno de vosotros se atrevería a hacerlo oír»... ¡Salud al Tajo mezzo-cuale! ¡Qué orillas encantadas!
Cierto día, un joven melenudo y de barbuda faz hacía en su presencia desmedidos elogios de Robespierre, declarándose acendrado partidario de su sistema, lamentando su prematuro fin y augurando su rehabilitación como un acto de justicia. Ese grande hombre no ha sido bien comprendido dijo al terminar su perorata. Pero sí guillotinado, afortunadamente replicó el conde de M...
¡Abá! ¿y por qué, ñol? Porque no se concibe, Padre, que uno pueda faltar á clase y al mismo tiempo decir la leccion en ella... V. R. dice que, estar y no estar... ¡Nacú! metapísico pa, ¡prematuro no más! Con que no se concibe, ¿ja?
Su talento poético prematuro, causa de que se le mirase como la perla de la Academia de los nocturnos, le granjeó la amistad de los más famosos poetas valencianos, como Tárrega, Aguilar y Artieda, y los favores de los grandes más poderosos de su tiempo.
Dejó transcurrir un largo rato. Luego le agitó el deseo de verla otra vez, aunque fuese de lejos, y entró en la iglesia cautelosamente, queriendo evitar un encuentro prematuro. Fué avanzando entre una doble fila de bancos desocupados. Allá en el fondo estaban las mismas mujeres del otro día, siempre arrodilladas, como si su dolor no conociese el tiempo.
Y como la mayoría de las naciones de América eran de origen hispánico ó portugués, quedaban comprendidas en esta reivindicación. Todavía es prematuro pensar en ellas añadió el doctor modestamente , pero algún día sonará la hora de la justicia.
Palabra del Dia
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