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Actualizado: 5 de julio de 2025
CIPIÓN. Y decías muy bien, Berganza; porque no hay mayor ni más sotil ladrón que el doméstico, y así, mueren muchos más de los confiados que de los recatados; pero el daño está en que es imposible que puedan pasar bien las gentes en el mundo si no se fía y se confía. Mas quédese aquí esto, que no quiero que parezcamos predicadores. Pasa adelante.
Con la audacia que infunden las circunstancias extraordinarias, se lanzaba á pie á través de París, yendo á la Magdalena, á Nuestra Señora ó al lejano Sagrado Corazón, sobre la cumbre de Montmartre. Las fiestas religiosas se animaban con el apasionamiento de las asambleas populares. Los predicadores eran tribunos. El entusiasmo patriótico cortaba á veces con aplausos los sermones.
En esta ocasion, imitando la gran devocion del prelado al augusto Misterio, se introdujo en la catedral la costumbre, seguida despues en las demas iglesias de España, de decir los predicadores despues de la salutacion y el Ave-María: Alabado sea el Santísimo Sacramento, y la Inmaculada Concepcion de la Vírgen nuestra Señora sin pecado original.
Los periódicos de Manila estaban tan ocupados por la reseña de un asesinato célebre cometido en Europa, por los panegíricos y bombos á varios predicadores de la capital, por el éxito cada vez más ruidoso de la opereta francesa, que apenas podían dedicar alguno que otro artículo á las fechorías que cometía en provincias una banda de tulisanes capitaneada por un gefe terrible y feroz que se llamaba Matangláwin.
Tengo seis hijos... y una infeliz... diré viuda..., pues veo que voy á morir... Leo en vuestros ojos que sois peores que fieras... ¡Sí, peores! Y el padre se arrastraba por el suelo, y levantaba hacia los ladrones una cara... ¡Qué cara!... Se parecía á la de los santos que el rey Nerón echaba á los tigres, según dicen los padres predicadores...
Y como en aquel tiempo se trataba con gran calor de la conversión á nuestra Santa Fé de las naciones que están hacia el estrecho de Magallanes, que descubiertas pocos años antes por el V. P. Nicolás Mascardi, italiano, sujeto de la provincia de Chile y mártir del Señor, pedían predicadores de nuestra Santa Ley, y por orden de nuestro piadosísimo Monarca Carlos II, estaban ya á punto algunos fervorosos misioneros para entrar en las tierras de los Patagones, fué también señalado el P. Arce.
Palabra del Dia
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