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Actualizado: 1 de mayo de 2025


Más que taller parecía el Camón la sucursal de Sobrino Hermanos. «¿Peeero mujer, qué es estodijo Thiers absorto, como quien ve cosas sobrenaturales o mágicas y no da crédito a sus ojos. Había allí como unas veinticuatro varas de Mozambique, del de a dos pesetas vara, a cuadros, bonita y vaporosa tela que la Pipaón, en sueños, veía todas las noches sobre sus carnes.

Como llamaron de súbito a la puerta y entraron los pequeños, no pudo la de Bringas ser más explícita, ni Pez tampoco; únicamente tuvo ella tiempo de hacer constar una cosa: «Deseaba mucho que usted volviese. Tengo que hablarle...». Los besuqueos de los niños interrumpieron esta grata conferencia, que iba tan conforme al plan de la Pipaón.

La Pipaón no la trataba ya con tanta altivez, aunque cuidando siempre de establecer la diferencia que existe entre una señora honrada y una mujer de conducta misteriosa y equívoca.

Felizmente, Milagros le había dado poco más de la mitad de lo que su deuda importaba, con promesa de entregar el resto antes de marcharse a Biarritz. «Las cosas se me van arreglando bien le dijo . Seguramente tendré lo bastante para los compromisos de estos días, y aun creo poder dejar a usted algo si lo necesita... No, no hay que agradecer... Es que no me hace falta, y más seguro está en esas manos que en las mías». Con estas promesas y ofrecimientos, la Pipaón veía próximo el término de su ahogo.

Sin saber cómo, dejose ir la dama al impulso de una espontaneidad violenta que en su espíritu bullía, y contó a su amigo el incidente de la bata, sorprendida por el esposo en un momento en que se alzó la venda... «¡Pobrecito!, no le gusta ver en cosas que le parecen de un lujo excesivo... y quizás tenga razón...». De aquí pasó la Pipaón a consideraciones generales.

La viuda de García Grande cautivaba a Rosalía con su prestigio de figura histórica. Respetábala esta como a los dioses de una religión muerta; mas a Milagros la tenía en el predicamento de los dogmas vivos y de los dioses en ejercicio. Nadie en el mundo, ni aun Bringas, tenía sobre la Pipaón ascendiente tan grande como Milagros.

Palabra del Dia

ciencuenta

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