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Actualizado: 22 de junio de 2025
Fortunata sentía en su alma tanta admiración por aquella mujer, que le habría besado la orla del vestido. «Luego dicen que ya no hay gente buena en el mundo pensaba . ¿Pues y esta?... ¡Cuidado que mandar todo a paseo, casa, parientes, fortuna, querer, y sacrificar su juventud para andar toda la vida entre miserias...!». Asustábase de medir con el pensamiento la distancia que había entre ella y la ilustre señora; distancia infinita sin duda, y que en manera alguna podía acortarse, pues aunque la gente santa pecara, y ella hiciera muchas obras de caridad, las dos almas no llegarían jamás a verse próximas.
Pues esperad que espere que llegue la noche, para restaurarse de todas estas incomodidades, en la cama que le aguarda, la cual, si no es por su culpa, jamás pecará de estrecha; que bien puede medir en la tierra los pies que quisiere, y revolverse en ella a su sabor, sin temor que se le encojan las sábanas.
Desde aquella tarde ningún momento había dejado de pensar lo mismo; que era absurdo que la vida pasase como una muerte, que el amor era un derecho de la juventud, que Vetusta era un lodazal de vulgaridades, que su marido era una especie de tutor muy respetable, a quien ella sólo debía la honra del cuerpo, no el fondo de su espíritu que era una especie de subsuelo, que él no sospechaba siquiera que existiese; de aquello que don Víctor llamaba los nervios, asesorado por el doctor don Robustiano Somoza, y que era el fondo de su ser, lo más suyo, lo que ella era, en suma, de aquello no tenía que darle cuenta. «Amaré, lo amaré todo, lloraré de amor, soñaré como quiera y con quien quiera; no pecará mi cuerpo, pero el alma la tendré anegada en el placer de sentir esas cosas prohibidas por quien no es capaz de comprenderlas». Estos pensamientos, que sentía Ana volar por su cerebro como un torbellino, sin poder contenerlos, como si fuesen voces de otro que retumbaban allí, la llenaban de un terror que la encantaba.
Tiene á su madre contestó Clara, bajándose para recoger una cosa que no se le había caído; su madre, que es una cariñosa mujer, muy santa y muy buena. Pues ya ... Bien se conoce que así había de ser afirmó Paula, hojeando al santo. Me figuro que será una mujer excelente. Así es. Bien merece ese joven que se le proteja. Cuando el alma es buena ... ¿Quien no pecará alguna vez?
Palabra del Dia
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