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Actualizado: 26 de junio de 2025
Me dijo que era inspector del taller de pitillos, y que conocía personalmente a muchísimas operarias, sobre todo de vista. Cuando veo a una mujer en la calle, es difícil que no sepa decir si trabaja o no en la fábrica. En su opinión, lo mejor que podíamos hacer era entrar en los talleres, recorrerlos despacio a ver si distinguía entre las mujeres a la que buscaba.
Me ha jurado muchísimas veces que si algún día la abandono me dará una puñalada por la espalda... Y yo estoy convencido de que me la pega... ¡Vaya si me la pega! profirió con exaltación. ¿No lo cree usted, D. Dionisio? ¡Qué situación, si pudiera llevarse al teatro! exclamó el bardo con voz sepulcral, saliendo de su abstracción poética.
Quilito, con la cara muy afligida, dijo que los había gastado en muchas cosas, en muchísimas cosas, en libros, por ejemplo... Bien está, le prestaría los dos pesos, pero con la condición que no había de tirarlos de mala manera. Y mientras el joven intentaba hacerla dar unas vueltas de vals, en señal de regocijo, ella le espetaba el sermoncito con que solía sazonar sus dádivas.
¿Y por eso se asusta V., tonta?... Revolviendo mi armario, he tropezado con ese sombrero del señor, que no sé cómo vino a dar a él... Me estorbaba y lo he sacado... Si V. lo quiere y puede sacar algo de él, lléveselo... no sirve para nada. Muchísimas gracias, señorita dijo la doncella, saliendo con el sombrero en la mano. Tengo un hermano a quien le servirá tal vez... No se habló más del asunto.
Cuando Ramiro terminó su relato, aquel hombre de iglesia, guiado sin duda por su aguzado instinto de confesor, comenzó a discurrir sobre las brujas o xorguinas, sobre la magia, los hechizos, las nóminas y otras supersticiones semejantes, que eran como la telaraña del Diablo, donde muchísimas almas iban a prenderse para la eternidad.
Sus maneras provocativas, sus alegres palabras y sus encendidas miradas, trastornaban a los hombres. Tenía la reputación de ser un tanto ligera y el inspector general recordaba que durante dos o tres meses había dado muchísimas vueltas en torno de él, encaprichada y dispuesta sin duda a concederle el beneficio de sus gracias.
Estoy seguro de que habia de lastimar muchas orejas, muchos entendimientos, muchas, muchísimas conciencias, y no escribo este libro para causar lástimas. Para muestra, y nada más que con el fin de que sirva de muestra, presentaré un ejemplo de ciencia y otro ejemplo de religion.
El hombre, tan pronto como abre los ojos de su inteligencia, percibe desde luego un sinnúmero de relaciones; lo que ha visto en un caso lo aplica á otros diferentes: generaliza, encerrando en una idea muchísimas otras. Quiere el niño alcanzar un objeto, no puede llegar á él; y al instante improvisa su escalera arrimando una silla ó un banquillo.
Esta elevadísima cifra, que tambien aboga en pro del grande amor á la lectura que se ha dispertado en nuestro pueblo, se aumenta todos los dias; cuéntanse muchísimas bibliotecas que publican á volúmen diario, y alguna de ellas tiene mas de cincuenta mil suscritores.
Palabra del Dia
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