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Un gran cambio parecía haberse efectuado en este hombre silencioso durante sus viajes por Europa. El antiguo soldado de la monarquía absoluta admiraba ahora á Inglaterra y su historia constitucional. Las cosas se ven de otro modo corriendo el mundo se limitaba á decir . ¡Si todos los de mi país hubiesen viajado!... Un día se presentó en el palacio el nuevo maestro.

Tras tanta grandeza vino la decadencia, siendo todos culpables de ella, la monarquía por absorbente, el clero por fanático, la nobleza por ignorante y el pueblo por holgazán y envilecido.

El Padre frai Juan de Pineda en su Monarquía eclesiástica, escribe lo siguiente: «Los judíos que en Toledo vivieron, no se hallaron en Jerusalen en tiempo de la pasion de nuestro Redentor, ni consintieron en ella.

El periódico del conde de Ríos sostenía frecuentes polémicas con otro diario conservador titulado La Monarquía. Estas polémicas, un tanto ásperas, no habían rebasado hasta entonces los lindes de una cortesía más o menos ambigua.

La Prusia rineana es una de las mas bellas é interesantes provincias de la monarquía prusiana, sea que se la considere bajo el punto de vista topográfico, sea bajo el de las tradiciones, la importancia política, la industria y el comercio.

Esta unión, que se consumó principalmente después de la muerte de Fernando, dió á la monarquía española, fundada entonces, la fuerza y la autoridad de que careciera cuando se hallaba dividida en diversos territorios.

Por esto la monarquía española ha bostezado de tristeza, transmitiendo la melancolía de una a otra generación. Es la realeza católica por excelencia. Si de vez en cuando surgió algún ser alegre y satisfecho de la vida, fue porque en el líquido azul de las arterias maternales penetró una inyección de savia plebeya, como penetra el rayo de sol en la habitación del enfermo.

El mejor día le veremos aparecer en la raya de Portugal para ponerse al frente de nuestros ejércitos.... Pero si no se necesitarán ejércitos. Esto se cae, esto se hunde, esto se desmenuza. Esto no es monarquía, es una tienda de tiroleses. Por nuestra parte ya sabemos lo que nos corresponde hacer, porque tenemos las instrucciones dadas por Doña Francisca en presunción del caso que ya ha ocurrido.

Por otra parte, no seré yo el que acuse a los hombres que declaman contra ciertas consecuencias por aversión a todos los principios, y que no combaten, en el fantasma de la nobleza actual, más que la existencia aún positiva de la monarquía... Hay que confesar que nunca hubiera estado más fuera de lugar semejante género de agresión. No me queda más que una palabra por decir.

¿No sabe usted señor revolucionario, que aquí no hay más reina que el señor don Carlos V, que felizmente gobierna la monarquía sin oposición ninguna? ¡Ah! yo no sabía... Pues sépalo, y confiéselo, y... y confieso, y... dijo el amedrentado dando diente con diente. ¿Y qué pasaporte trae?