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Actualizado: 17 de noviembre de 2025
No sabía lo que pensaba, no podía medir la inmensidad del trastorno que su pariente le exigía, no estaba resuelto sino á echarse en brazos del primero que fuera capaz de consolarle. Llegó por fin, después de preguntar mucho, á la calle de Válgame Dios. Vió el número de la casa, miró á las ventanas del segundo piso y había luz en las habitaciones.
De este modo determinaron muchos puntos, en que se apoyaron despues los trabajos geodésicos de esta provincia. ¿Y qué otra cosa puede hacerse mientras no se logre medir una base, y envolver el terreno en un véseau de triángulos? Asara era demasiado ilustrado para desconocer que la mejor defensa de un país es la que estriba en su poblacion, y por lo mismo insiste en la necesidad de fomentarla.
Lo único que había olvidado en sus minuciosos preparativos era la cinta métrica, y vió en esta omisión un auxilio de la Providencia. Partiendo de la espada fija en el suelo, empezó á marchar para medir el terreno con sus pasos. No fueron pasos; fueron zancadas enormes, verdaderos saltos.
22 Como no puede ser contado el ejército del cielo, ni la arena del mar se puede medir, así multiplicaré la simiente de David mi siervo, y los levitas que a mí ministran. 23 Y vino Palabra del SE
No existian ni los años ni los siglos, cuando no habia nada por lo cual se pudiesen medir. Si prescindiendo de la medida y del objeto medido, y hasta negando su existencia, imaginamos una especie de fondo vago, una línea de duracion que se prolonga hasta lo infinito, nos hallamos con un puro juego de la fantasía; juego que examinado por una razon severa, es un conjunto de ideas contradictorias.
Es además harto arbitrario y vago el determinar ó medir la altura que ha de tener un hombre para ser genio y no ser medianía.
Y me respondió, diciendo: Estos son los cuernos que aventaron a Judá, tanto que ninguno alzó su cabeza; mas éstos han venido para hacerlos temblar, para derribar los cuernos de los gentiles que alzaron el cuerno sobre la tierra de Judá para aventarla. Y él me respondió: A medir a Jerusalén, para ver cuánta es su anchura, y cuánta su longitud.
Aquel acólito del culto de Mercurio, por su empaque desenfadado atraíase la mala voluntad de los pilluelos de la plaza, enjambre de diablejos que pasaban horas enteras ante la relamida figurilla llamándole ¡churriquio! con irritante tono de mofa, hasta que algún dependiente les amenazaba con la vara de medir.
Traía un pequeño lío pendiente de un palo puesto al hombro, y su marcha como su ademán demostraban firme resolución de no parar hasta medir con sus piernas toda la anchura de la tierra. Celipe... ¿a dónde vas? le preguntó la Nela, deteniéndole.
Su estatura no pasaba de mediana, y á pesar de la modestia, poca elegancia, y ninguna presunción con que vestía, era indudable que un mundano topógrafo, llamado á medir las formas de aquella santa, no se hubiera encontrado con tanta falta de datos como en presencia de su ilustre prima la acartonada Marta Salomé. Conocida esta trinidad ilustre, conviene recordar algunos antecedentes históricos.
Palabra del Dia
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