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Actualizado: 19 de junio de 2025
Marijuán y yo nos reíamos; pero pronto nos fué forzoso disimular nuestra hilaridad, porque habiendo preguntado el joven aragonés con mucha sorna que cuál fué la ventaja sacada de tal lucha, Santorcaz se amoscó, y amenazando castigarnos si no nos entusiasmábamos como él, nos dijo: Mentecatos, podencos, ¿acaso la paz y Tratado de Presburgo es paja?
¿De modo preguntó el mozalbete que yo seré un pelagatos si llego a perder mi patrimonio o soy un bruto? Esto sí que es bueno. Nada, nada dijo uno . Fuera mayorazgos, y que todos los hermanos varones y hembras entren a heredar por partes iguales. Eso no puede ser observó Marijuán , porque entonces no habría las grandes casas que dan lustre al reino.
Marijuán, que mejor que yo sabía fingir, era el encargado de ordenar al ventero que le diese al amo lo mejor de la despensa, porque Su Excelencia, que iba de Regente a Sevilla, era hombre terrible y castigaba con fiereza a los posaderos que no le servían bien.
Marijuán y yo nos reímos, diciéndole que se le quitaran de la cabeza tales cosas, y que si bien lo de los charcos era cierto, por allí no había ningún castillo de Terlin ni nada parecido.
Allí residía el ama de Marijuán, quien al presentarse a ella nos rogó que le acompañásemos, y esta apreciable señora, que era doña María Castro de Oro de Afán de Ribera, condesa de Rumblar, nos recibió con tanto agasajo, nos ponderó de tal modo la ruindad de las posadas y ventas de la villa, que no tuvimos por conveniente hacernos de rogar y aceptamos la hospitalidad que se nos ofrecía.
¡Sí, allí lo veo! exclamó Marijuán, riendo a carcajadas . Es D. Quijote de la Mancha que viene en su caballo, y tras él Sancho Panza en burro. Déjenlo venir, que ahora le aguarda la gran paliza. Las nubes se movieron, y todo se tornó en caricatura.
Estábamos locos de entusiasmo. ¡Pero qué veo! Gabriel, y tú, Marijuán, ¿no os entusiasmáis? Sois unos gaznápiros. Aquello fué prodigioso.
Ni Marijuán, ni D. Paco, ni yo teníamos esperanza alguna, y considerábamos al mayorazgo perdido para siempre. Desde que amaneció corrían voces de que la capitulación estaba firmada, y más nos lo hacia creer la circunstancia de que varios oficiales pasaron frecuentemente de un campo a otro, trayendo y llevando despachos.
Tenía como veinte años, llamábase Andresillo Marijuán, y aunque era natural de Aragón, iba a servir de mozo de mulas a un pueblo de Andalucía, en casa de la condesa de Rumblar, su ama y señora, pues en las fincas que ésta poseía en tierra de Almunia de Doña Godina había nacido aquel mancebo. Al punto su genio franco y alegre simpatizó con el mío y nos hicimos muy amigos.
¡Cuánto siento que no esté aquí el señor de Santorcaz! me dijo Marijuán, al ver pasar por delante de nosotros a aquellos hermosos soldados, medio muertos de fatiga y de vergüenza . ¿Te acuerdas de las grandes bolas que nos contaba cuando veníamos por la Mancha y nos refería las batallas ganadas por éstos contra todo el mundo?
Palabra del Dia
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