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Actualizado: 28 de mayo de 2025


Quéjase también de los libreros, que interpolaban, entre las suyas, obras de distintos autores. El mismo prólogo nos suministra una prueba importante de su actividad literaria, esto es, un catálogo de sus comedias auténticas, que, sin embargo, no juzga completo, no recordando ya los títulos de muchas.

En la dedicatoria de este volumen dice Tirso al gremio de libreros de Madrid, que les dedica cuatro en su nombre, por ser suyas, y las ocho restantes en nombre de su autor, el cual, sin saber por qué, las expuso ante sus puertas. Por consiguiente, cuatro de las comprendidas en esta parte, de las doce de que consta, son de nuestro poeta, y ya que él no dice cuáles son, menester es averiguarlo.

En la dedicatoria de este tomo dice que ha compuesto más de cien comedias, quejándose de que muchos libreros falsarios las han atribuído á otros poetas, como á D. Antonio de Mendoza, por ejemplo, la titulada Señor de Noches-buenas, aunque no se comprende que, habiendo este hombre distinguido escrito tantas cosas notables, se intentara desacreditar su nombre, haciéndolo responsable de locuras ajenas.

Aceptando, pues, esta obligación, diremos que no escapó al deseo de lucro de los libreros el conocimiento de las ventajas, que podría proporcionarles la predilección del público por su teatro, si lo hacían accesible y le facilitaban la lectura de las comedias sueltas de los poetas famosos y poco conocidos.

Si no aparece cada poco tiempo un libro nuevo en los escaparates de los libreros, pensamos con terror que se nos va a olvidar, sin prever que ése es el medio más seguro para ello; porque ese público cuya atención anhelamos cautivar a toda costa es un Saturno que devora nuestros pobres libros sin digerirlos: es igual que le den a mascar carne de dioses o piedras berroqueñas.

La mayor parte de las obras de Calderón era inaccesible á la generalidad de los lectores, y lo que se imprimió se mutiló en parte, de la manera más lamentable, para satisfacer las exigencias de los libreros; también se le atribuyeron muchas obras apócrifas.

La inclinación de Tirso á la sátira se ostenta hasta en los títulos de sus comedias, llamando á algunas de ellas comedias sin fama, para burlarse de los empresarios de teatros y de los libreros, que apellidaban famosas hasta á las de los autores más inferiores.

El catedrático no quería esplicar menos que por aquel autor y Basilio no tenía dinero bastante para comprarse la obra, pues, con el pretesto de que estaba prohibida por la censura de Manila y había que sobornar á muchos empleados para introducirla, los libreros pedían elevados precios.

Su historia estaba escrita en lengua latina, francesa, alemana, toscana y castellana: esto fué prosa, ahora sale en verso; V. lo lea por mía, porque no es impresa en Sevilla, cuyos libreros, atendiendo á la ganancia, barajan los nombres de los poetas, y á unos dan sietes y á otros sotas; que hay hombres que por dinero no reparan en el honor ajeno, que á vueltas de sus mal impresos libros venden y compran: advirtiendo que está escrita en estilo español, no por la antigüedad griega y severidad latina; huyendo de las sombras, nuncios y coros, porque el gusto puede mudar los preceptos como el uso los trajes y el tiempo las costumbres.» ¿Se prohibiría acaso la representación, por que haya en ella alusiones al fin de D. Carlos?

Pero esta afición no la conocía nadie más que los libreros y fotógrafos, que tenían buen cuidado de pasarle recado así que llegaba de París, Londres o Viena alguna remesa. En un rincón estaban sentadas Pascuala, una viuda sin recursos que servía a Clementina mitad de amiga, mitad de dama de compañía, y Pepa Frías que acababa de llegar.

Palabra del Dia

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