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Actualizado: 13 de julio de 2025


Mas el lacerado mentía falsamente, porque en cofadrías y mortuorios que rezamos, a costa ajena comía como lobo y bebía más que un saludador. Y porque dije de mortuorios, Dios me perdone, que jamás fuí enemigo de la naturaleza humana, sino entonces; y esto era porque comíamos bien y me hartaban. Deseaba y aun rogaba a Dios que cada día matase el suyo.

Lacerado de ! -dije yo-. ¿Si queréis a échar algo? ¿Yo no vengo de traer el vino? Alguno estaba ahí, y por burlar haría esto." "No, no -dijo él-, que yo no he dejado el asador de la mano; no es posible " Yo torné a jurar y perjurar que estaba libre de aquel trueco y cambio; mas poco me aprovechó, pues a las astucias del maldito ciego nada se le escondía.

Parecióme con lo que dijo pasarme el corazón con saeta de montero, y comenzóme el estómago a escarbar de hambre, viéndose puesto en la dieta pasada. Fué fuera de casa. Yo por consolarme abro el arca y, como vi el pan, comencélo de adorar, no osando recebillo. Contélos, si a dicha el lacerado se errara, y hallé su cuenta más verdadera que yo quisiera.

Las lágrimas no acudían a sus ojos tan fácilmente como en los pasados y poéticos días, pero cuando las vertía era con el corazón lacerado. Volvió en al anuncio de la visita de un vestryman, del comité de música. Entonces enjugó sus largas pestañas, atose al cuello una cinta nueva, y bajó al salón.

Otros recuerdos me asaltaban en Cádiz. Aparte de sus defensas heroicas contra los Ingleses, en 1626, 1772 y 1797, y contra los Franceses en 1811; aparte también de sus interesantes episodios políticos, su constitución liberal de 1812 y la heróica revolución de 1820 encabezada por Riego y Quiroga, Cádiz me hacia recordar que allí había nacido ese feroz brigadier Enrile, pacificador de espantosa memoria en mi patria; y que allí murió miserable, hambriento y lacerado por mil amarguras, en el fondo de un calabozo, el ilustre y generoso Miranda, guerrero de la revolución francesa y mártir de la independencia colombiana, tratado por unos con suprema ingratitud y por otros con una fría crueldad!

Mal te haga Dios y lo que has comido, lacerado decía yo , que tal amenaza has hecho a mis tripas!" Echó la bendición, y dijo: "Ea, demos lugar a los criados, y váyanse hasta las dos a hacer ejercicio, no les haga mal lo que han comido." Entonces yo no pude tener la risa, abriendo toda la boca. Enojóse mucho, y díjome que aprendiese modestia, y tres o cuatro sentencias viejas; y fuése.

Palabra del Dia

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