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Amalia alzose vivamente de la silla y fue a cerrar la puerta. Los gritos dejaron de oírse, pero la nerviosa joven tampoco oyó ya las palabras de Amalia. Un gran desasosiego se apoderó de ella; subíanle vapores a la cara y al pensamiento atroces deseos de desvergonzarse con aquella malvada, de llamarla judía, bribona, infame. Todo lo que pasaba en aquella casa se le representó de golpe.

El Rey viene entonces, oye las reconvenciones que pensaba hacerle por escrito, é intenta calmarla con mil protestas de su amor. Pero la inclinación de Alfonso á la bella judía es tan poderosa, que no sólo lo fuerza á quebrantar sus mejores resoluciones, sino á descuidar los asuntos del reino.

La judía de Toledo, de Diamante, presenta el mismo argumento que conocemos ya, recordando Las paces de los reyes, de Lope. «Todas las primeras damas del Teatro Español, dice Signorelli, aprenden para demostrar su talento el papel de La judía de Toledo, de la comedia del mismo título de Diamante.

Imponiéndoles el amor a Dios, a sus ministros y a sus partidarios y el odio a sus enemigos, era una fuente de bondad y de maldad a la vez, y, naturalmente más eficaz en lo segundo que en lo primero, perfeccionó los métodos y los instrumentos de martirio, creó el purgatorio y el infierno para torturar a los muertos y afligir a los vivos, y derramó a torrentes la sangre judía, la mahometana y la cristiana también, por meras diferencias en la interpretación de los textos o en la práctica de los ritos sagrados.

37 Y Bernabé quería que tomasen consigo a Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos; 40 Y Pablo escogiendo a Silas, salió encomendado de los hermanos a la gracia del Señor. 41 Y anduvo la Siria y la Cilicia, confirmando a las Iglesias. 1 Después llegó a Derbe, y a Listra; y he aquí, estaba allí un discípulo llamado Timoteo, hijo de una mujer judía fiel, mas de padre gentil.

No colocarme a , a , que soy el endivido que más bregó por la Repóblica en esta judía tierra... Es la que se dice: cría cuervos... ¡Ah!

No os ciegue pasión ni amor; Juzgad jurídicamente; Que quien castiga sin culpa, A Dios la piedad ofende. Un mensajero anuncia la muerte del falso acusador Ramiro, y poco después espira también el Rey, para responder al emplazamiento de los Carvajales, que lo citaron ante el tribunal de Dios. La judía de Toledo.

Las extravagancias de su estilo, su irregularidad, y las bufonadas en las escenas trágicas, no perjudican, sin embargo, á la verdad y á la energía de los afectos y á los caracteres de Alfonso, fascinado por el amor, y de la judía Raquel, tan ambiciosa como amada por el Rey

Pero si prescindimos de esta falta esencial, no podremos menos de admirar muchas bellezas parciales, como, por ejemplo, la descripción que se lee en el canto quinto del templo de la Ambición, caprichosa, aunque en general digna de su ingenio; la pintura de la peste y de la muerte de la Sibila, en el mismo canto; la historia amorosa de Cloridante y de Brazaida, y la batalla de los caballeros, en el canto décimo, por la espada de D. Juan de Aguilar; el episodio de la judía Raquel, en el décimo noveno, etc.

La carga de la bebida en su estómago no tuvo poca parte en aquel desaliento horrible, durante el cual vio desfilar ante su mente los treinta años de fracasos que formaban su historia activa... Lo más singular fue que en su tristeza sentía una dulce voz silbándole en el oído: « sirves para algo... no te amontones...». Mas no se convencía, no. «Al que me dijera pensaba , cuál es la judía cosa pa que sirve este piazo de hombre, le querría, si es caso, más que a mi padre». Aquel desventurado era como otros muchos seres que se pasan la mayor parte de la vida fuera de su sitio, rodando, rodando, sin llegar a fijarse en la casilla que su destino les ha marcado.