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Actualizado: 15 de junio de 2025


Por lo demás, las hijas de D. Álvaro veían siempre con gusto venir el otoño, y gozaban placeres sin cuento ayudando á los jornaleros en sus tareas. El aire puro y los aromas del campo las infundían nueva vida; crecía en ellas el apetito y el sueño, y pasaban las mañanas y las tardes en perpetua carcajada, escuchando y tomando parte en las toscas chanzonetas de los criados.

Comenzaba a anochecer. Los jornaleros, cansados de la espera, se movían, prorrumpiendo en protestas. ¡A ver! ¿quién mandaba allí? ¿Iban a permanecer toda la noche en Caulina? ¿Dónde estaba Salvatierra? ¡Que se presentase!... Sin él no iban a ninguna parte. La impaciencia y el descontento hicieron surgir un jefe. Se oyó la voz de trueno de Juanón sobre los gritos de la gente.

A las pocas frases de la letanía, los jornaleros, aburridos de la ceremonia, con el cirio hacia abajo, contestaban automáticamente, imitando unas veces el ruido del trueno y otras un chillido de vieja, que hacía a muchos de ellos llevarse el sombrero a la cara. ¡Sancte Jacobe! cantaba el sacerdote.

Hablaban de la gran tragedia, que aún parecía tener bajo su lúgubre peso a la gente de Jerez: de la ejecución de los cinco jornaleros por la entrada nocturna en la ciudad. Pero hablaban apaciblemente, sin pasión, sin odio, como si estas ejecuciones fuesen las de unos bandidos famosos rodeados del aura populachera.

Martín era mucho más desgraciado en el molino, donde se había quedado completamente solo, pues no había que considerar compañeros suyos a los jornaleros y al viejo David, que su padre le había dejado al morir. Jamás había tenido amigos, ni en la aldea, ni en ninguna otra parte; Juan compendiaba para él todas las amistades.

Amigo mío contestó D. Juan, el vulgo lee ya El Citador y otros libros y periódicos librepensadores. En la incredulidad, además, está como impregnado el aire que se respira. No faltan jornaleros escépticos; pero las mujeres, por lo común, siguen creyendo á pie juntillas.

Algunos de ellos, á pesar de sus declamaciones contra el derecho de propiedad y contra las desigualdades de clase, lo que más apreciaban en Olga era su origen. Les producía confusión y orgullo á la vez pensar que eran amigos y protectores de una hija de gran familia de la capital, cuando hacía pocos años figuraban aún como jornaleros del campo ó vagabundos en lejanas provincias.

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