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En uno y otro caso, el efecto moral es inspirar una desastrosa indiferencia por el aspecto general de los intereses de la humanidad. No menos que a la solidez, daña esa influencia dispersiva a la estética de la estructura social.

En tal caso, señor, si es usted justo cambiará el proyecto de la Administración... Lo que la Administración propone es inadmisible; perjudica nuestros intereses y nos arruina. Los intereses del pueblo son respetables, pero nuestros bosques tienen también derecho a algún miramiento... Tenemos la misión de conservarlos y si usted fuese como yo un viejo forestal...

Si á esta suma agregamos los refuerzos necesarios en las operaciones emprendidas, que no han de bajar de 3.000 hombres, quedarán plenamente justificados los recelos abrigados por nosotros de que el Ejército filipino resulte insuficiente para garantir en tan lejanas latitudes los sagrados intereses encomendados á su custodia.

Las naciones modernas han olvidado estas verdades, al resucitar entre ellas la elocuencia popular que tanto dañó á las antiguas repúblicas; en las asambleas deliberantes donde se ventilan los altos negocios del estado, donde se falla sobre los grandes intereses de la sociedad, no debiera resonar otra voz que la de una razon clara, sesuda, austera.

Migajas estuvo á punto de caer al suelo; pensó en el suicidio; invocó á Dios y al diablo.... ¡La han vendido! murmuró sordamente. Y se arrancó los cabellos, y se arañó el rostro; y en las pataletas de su desesperación, se le cayeron al suelo los fósforos, los periódicos y los billetes de Lotería. ¡Intereses del mundo, no valéis lo que un suspiro!

Cuando un pueblo entra en revolución, dos intereses opuestos luchan al principio: el revolucionario y el conservador; entre nosotros se han denominado los partidos que los sostenían patriotas y realistas.

En la historia filipina se consignan no pocos privilegios mercantiles contrarios á los intereses chínicos.

Pero antes de mi partida quise, como un propietario cuidadoso de sus intereses, conocer al detalle los bienes que la bondad del Rey me había devuelto. Pasé dos o tres días en un trabajo nuevo para , y examinando y poniendo en orden los contratos y títulos que había en el departamento que habitaba Carlos.

El padre Ortega empujó suavemente a Clementina hacia los brazos de su padre, y aunque ella era la menos conmovida, al fin se dejó abrazar por él, que la tuvo un buen rato apretada. Cuando la soltó se llevó el pañuelo a los ojos y se dejó caer en una butaca, vencido por el peso de tanta emoción. Después de esta escena conmovedora nadie osó acordarse de intereses.

Los protegidos de Goicochea hablaban de la necesidad de «velar por los intereses de la casa», y al mismo tiempo, de meter en un puño á aquella gentuza, cada vez más exigente y respondona. Pero Sanabre estaba allí y servía de intermediario y pacificador. ¿Qué le importaban á un potentado como Sánchez Morueta algunas pesetas menos?