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Sólo un pequeño puerto separaba la vieja ciudad de aquella otra ciudad situada en la cumbre de enfrente, con su Casino, sus hoteles, sus orquestas y su muchedumbre de placer y de fortuna. Un corto trayecto de tranvía bastaba para hacerse la ilusión de haber saltado sobre dos siglos.

Los hoteles son regulares en general, contándose dos buenos. Los tres mejores que hay dentro de la ciudad son el de Pfaroux, el de las cuatro Naciones, y el de Europa. Fuera de la ciudad, y en el camino de Botafogo, hay dos ingleses y uno frances: el mejor de todos, tanto de los de la ciudad, como de los de fuera, es el Hôtel des

Esto es de Fantomas exclamé. Efectivamente, el protagonista de Claudio Lefaure es un ladrón de hoteles que se llama Fabricio Levrot. Fantomas sueña con emular la vida azarosa y fantástica de este personaje. Es el galán de los ouistitis. Como todo hombre vanidoso, Fantomas se cree irresistible con las damas.

Cuando termina el verano, época en que el valle es visitado por muchos millares de curiosos, Chamonix queda reducido á unos 500 ó 600 vecinos: todo el ruido de mulas y coches se disipa; los hoteles quedan totalmente desiertos, y el valle vuelve á la sepulcral desolacion del invierno.

En Paris apénas existe la familia, y sin esta la sociedad no es posible: los hoteles y los restaurants son los que reunen en su mayor parte á los habitantes de la capital á la hora de la comida: una gran parte de la poblacion de Paris come todo el año fuera de su casa, y careciendo de hogar, santuario de las afecciones, se disuelve en la calle.

Cuando se visitan las ciudades de segundo y tercer órden, se ve cuan atrasada está aun la Francia: la instruccion pública, seguro barómetro de un pueblo, léjos de ser general como en Suiza y Alemania, se encuentra rezagada y en un lamentable estado, siendo general en todos los pueblos, aun los mas próximos á las ciudades, encontrar una tercera parte del pueblo que no sabe leer ni escribir, siendo las mujeres las que ménos aprenden . Hasta hace dos años, época del grande desenvolvimiento de los caminos de hierro, las ciudades de segundo y tercer órden estaban sin mas comunicaciones que las de unas incómodas é insoportables diligencias: el extranjero encontraba con mucha dificultad un hotel medio regular donde hospedarse: hoy todavía se cuentan en Francia bastantes diligencias, y en cuanto á los hoteles, son en mucho inferiores los que hoy existen á los de la Suiza, Holanda y otros paises.

Hay allí algo que guarda las tradiciones de la abnegacion y del heroismo resignado del creyente. Para tener una idea de las costumbres catalanas, basta echarse á pasear, con el ojo alerta y el humor alegre, por la calle mercantil de Fernando sétimo, ó la ancha alameda de la Rambla, orillada por hoteles y cafés.

En Turin existen muchas librerías que surte en su mayor parte el comercio de Paris: encuéntranse muchos y buenos libros: los gabinetes de lectura y las bibliotecas, así como los demas establecimientos literarios de Turin, están bien montados y comprendidos. En materia de hoteles y cafés hay abundancia, en especial de los últimos, que por todas partes se encuentran.

Un criado le respondió en frances: Numéro cinq; pero nuestra insular, confundiendo el sonido de la palabra cinq con el de cent, se fué derecho al número 100, que en todos los hoteles es el distintivo característico de cierta localidad que no se puede nombrar.

Los hoteles del Sena, las quintas suizas y los palacietes de Recoletos tuvieron un eco que contestaba á los rumores que trajo la moda. Lo que fueron modestas barriadas, hoy se llaman calzadas por el vulgo, pues en el argot del gran mundo se llaman barrios aristocráticos.