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Actualizado: 22 de julio de 2025
Estas memorias le despertaron una idea muy importante. Diga, Máximo.... ¿le parece que mi mujer podrá criar? Máximo se echó a reír, saboreando el ron. No pedir gollerías, señor don Pedro.... ¡Criar! Esa función augusta exige complexión muy vigorosa y predominio del temperamento sanguíneo.... No puede criar la señora.
En el espacio de quince o veinte días le quitaba por un lado toda esperanza de amor, y dábale por otros tres gollerías o momios pecuniarios a cuál más valioso.
Claro está que á mí me convendría que instantáneamente trocasen esos barbarotes en amor y agradecimiento la tirria y la ingratitud que me tienen, pero quizá cometa un pecado muy gordo empeñándome en dar gusto á todos en vez de darle sólo al que lo mereciese; y pedir que Dios me exima de la expiación de ese pecado, es pedir gollerías.
¡Hay hombres afortunados! decían otros comerciantes envidiosos; comprar una casa por nada, vender bien su partida de zinc, asociarse con un Simoun y casar á su hijo con una rica heredera, ¡diga usted que son gollerías que no las tienen todos los hombres honrados! ¡Si supieran ustedes de dónde le viene al señor Pelaez esa gollería! Y con el tono de voz se indicaba á sí mismo.
Nuestro don Gil reflexionó que el finado le había pedido muchas gollerías; que podía entrar en la fosa común sin asperges, responsos ni sufragios; y que, en cuanto a ropaje, bien aviado iba con el raído pantalón y la mugrienta camisa con que lo había sorprendido la flaca.
Había heredado una regular fortunilla, desempeñó algunos destinos buenos, y no tuvo atenciones ni cargas de familia, pues se petrificó en el celibato, primero por adoración de sí mismo, después por haber perdido el tiempo buscando con demasiado escrúpulo y criterio muy rígido un matrimonio de conveniencia, que no encontró, ni encontrar podía, con las gollerías y perendengues que deseaba.
Con que resignarse, hijas mías, que por ser cabras no ha de abandonaros vuestro pastor; tomad ejemplo de las ovejas con quien vivís; y tú, Fortunata, agradéceme sinceramente el bien inmenso que te doy y que no te mereces, y déjate de hacer melindres y de pedir gollerías, porque entonces no te doy nada y tirarás otra vez al monte. Con que, cuidadito...».
Palabra del Dia
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