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Actualizado: 3 de junio de 2025
Su cariño de madre la hizo sentir una viva satisfacción ante los atavíos del pequeño. Le besó en la pintada boca, y redobló sus gemidos. Era la hora de comer. Batistet y los hermanos pequeños, en los cuales el dolor no lograba acallar el estómago, devoraron un mendrugo ocultos en los rincones. Teresa y su hija no pensaron en comer.
Era Domingo poco aficionado al mar; había crecido decía escuchando sus gemidos y recordaba aquel tiempo con desagrado; sólo a falta de más risueños caminos para pasear habíamos adoptado aquel rumbo. No obstante, visto desde lo alto de la quebrada que seguíamos el horizonte plano de la tierra y el del mar, resultaban de una grandeza sorprendente a fuerza de estar vacíos.
Mi compañero de viaje y querido amigo el insigne músico D. Mariano Vázquez me esperaba en la gran Basílica, enteramente solo, sentado delante del magnífico órgano llamado del Deán, arrancando de su hondo seno solemnes y patéticos gemidos.
Veinte veces añudaba ci hilo de razones que interrumpian sus gemidos; hacíale preguntas acerca del acaso que los habia reunido, y no daba lugar á que respondiese con preguntas nuevas; empezaba á contar sus desventuras, y queria saber las de Zadig.
Este es un sobrino mío contesta el sargento de la partida ; yo respondo de él con mi vida.» Santos Pérez se acerca al sargento, le atraviesa el corazón de un balazo, y en seguida, desmontándose, toma de un brazo al niño, lo tiende en el suelo y lo degüella, a pesar de sus gemidos de niño que se ve amenazado de un peligro.
De cuando en cuando, una especie de estremecimiento agitaba todo el convoy; veíase entonces algunos heridos que se incorporaban un poco lanzando prolongados gemidos y volviendo a caer en seguida, como si la muerte hubiera hecho su recorrido en aquel momento. Después, nuevamente se hacía el silencio.
Varias muchachas, que se bañaban con Echeloría, huyeron con espanto de aquella zalagarda, y, saltando en tierra, alarmaron con sus gemidos y sollozos a la nodriza, que estaba en éxtasis y de nada se había percatado. En cambio, apenas se enteró de lo ocurrido, se extremó en hacer muestras de su dolor.
Acudieron entonces á su memoria los amores pasados, los dulces días de la ilusión, el tiempo en que su mujer le quería; y todo ello enterneció por tal arte aquel pecho nada varonil, que el desgraciado se deshizo en lágrimas, dando sollozos, gemidos y hasta gritos, moviendo á gran compasión el verle y el oirle. El P. Jacinto llevó á D. Fadrique la noticia de la catástrofe.
Y se entró otra vez en la cocina, sin hacer caso de Ángela que le instaba con muchas lágrimas y gemidos para que fuesen en busca de su hermana. Corrieron buen espacio desalados, creyendo que los seguían. El que primero se cansó fue Andrés. Es inútil correr dijo poniendo una mano en el hombro de Rosa para detenerla. Nadie nos sigue.
Las mujeres de Gallarta afirmaban que de noche salían gemidos del derrumbamiento. Durante unos meses viéronse en el camino de Labarga formas blancas, con luces en la cabeza, arrastrando cadenas. En las casas temblaban los muchachos y las jóvenes, oyendo hablar de las pobres almas en pena de la mina.
Palabra del Dia
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