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Actualizado: 21 de septiembre de 2025


¿Pues no le estaba poniendo varas al Provisor?». Esto que no lo notaban, o fingían no verlo, los demás convidados, lo estaba observando él por lo que le importaba. Pero no se daba por vencido, insistía en galantear a la viuda, fingiendo no ver lo del Magistral. Ordinariamente Obdulia y Joaquinito se entendían. «¡Señor! ¡si había llegado a darle cita en una carbonera!

Y Rafael, escondiéndose del padrino para galantear a su hija, aguardaba pacientemente a que un día se plantase el viejo delante de él, diciéndole con su campechana rudeza: «¿Pero qué esperas para llevártela, bobalicón? Carga con ella y que de salú te sirva». Comenzaba a amanecer. Rafael veía más claramente la cara de su novia al través de la reja.

Un sábado por la noche salió de casa, bajó rápidamente el camino de Entralgo, subió á Canzana y después de rodear algunas veces la casa del tío Goro y cerciorarse de que aún estaban levantados, llamó quedo á la ventana de la cocina y comenzó á hablar disfrazando la voz, como hacen allí los mozos cuando salen de noche á galantear. El tío Goro se había retirado á descansar.

Quino hizo lo mismo al par de Eladia. Resuelto ya desde aquella tarde á favor de la sobrina de Martinán el pleito que hacía tiempo ardía en su cabeza, festejábala empleando en ello todos los recursos de su claro ingenio. Maestro consumado en el arte de galantear, tenía á la pobre zagala suspensa de sus discursos artificiosos, confusa y ruborizada.

Cualquier otro hombre hubiese comenzado por galantear a Julia hasta esperanzarse con algún fundamento, para seguir después enamorándola a fuerza de sinceridad y prudencia: él comenzó a discurrir ante todo la manera de salir de dudas; lo demás, suponía que se haría solo. Pronto se le presentó la oportunidad de poner su imaginación al servicio de su propósito.

Sin quejarse tampoco los recibió el capellán, y en cuanto pudo se dió á correr como un gamo hacia la tapia y la saltó con agilidad increíble. En aquel momento llegó Linón con su trabuco y en calzoncillos. D. Félix le metió la boca por el oído para decirle: Es un mozo que venía á galantear á Flora. El adusto Linón sonrió en la oscuridad.

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