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Actualizado: 4 de junio de 2025


Mientras la madre atesoraba, don Gabriel educaba al sobrino a su imagen y semejanza, llevándolo consigo a ferias, cazatas, francachelas rústicas, y acaso distracciones menos inocentes, y enseñándole, como decían allí, a cazar la perdiz blanca; y el chico adoraba en aquel tío jovial, vigoroso y resuelto, diestro en los ejercicios corporales, groseramente chistoso, como todos los de la Lage, en las sobremesas: especie de señor feudal acatado en el país, que enseñaba prácticamente al heredero de los Ulloas el desprecio de la humanidad y el abuso de la fuerza.

Y al terminar el trabajo, si quedaban unos días libres hasta la próxima corrida en otra ciudad, la cuadrilla retardaba el viaje, y entonces eran las francachelas lejos de la familia, la abundancia de vinos y mujeres en compañía de aficionados entusiastas, que sólo se imaginaban de este modo la vida de sus ídolos. Las diversas fechas de las fiestas obligaban al espada a viajes absurdos.

En una de ellas encontré, por mi desdicha, a Tristán de Ugarte, que ha sido para uno de esos hombres providencialmente funestos, seres reclamos del mal que se ponen en el camino para arrastrarnos al vicio y a la ruina. Ugarte estaba de piloto en un barco negrero; se había marchado de él hacía unas semanas, y llevaba una vida de riñas y francachelas.

Hasta los bandoleros celebran francachelas cuando acaban de dar un buen golpe.... Por aquí ha pasado la Fortuna y, sin embargo, vivimos en perpetua Cuaresma; llevamos la tristeza en el alma, como aquellos señores vestidos de negro del tiempo de los Austrias.

Maximiliano no iba nunca a las francachelas de su amigo, aunque este le convidaba siempre. Pero se informaba de la salud de Feliciana, como si fuera una señora, y Olmedo también tomaba esto en serio, diciendo: «La tengo un poquillo delicada.

Juanita zapateaba, donosa o duramente, a cuantos mozos la pretendían, y lo que es Antoñuelo iba ya con menos frecuencia a casa de Juanita. Según en el lugar se sonaba, andaba él muy extraviado, frecuentando las tabernas en harto malas compañías y pasando muchas noches en francachelas y jaranas.

Los teatros, las flores y los regalitos a su ídolo, las francachelas con sus nuevos amigos del Club de los Salvajes, los trajes y las joyas, todo lo que constituye, en suma, el tren de un lechuguino en la corte, le hicieron desembolsar sumas enormes con relación a su hacienda. Para ello hubo necesidad de echar mano del capital.

Para esto de chamuscar casadas y encender doncellas no tenía coteja. Gran devoto de San Rorro, patrón de holgazanes y borrachos, vivía, como dicen los franceses, au jour le jour, y tanto se le daba de lo de arriba como de lo de abajo. Mientras encontrara sobre la tierra mozas, vino, naipes, pendencias y francachelas, no había que esperar reforma en su conducta.

Uno de los amigotes que le acompañaban en sus francachelas nocturnas me reveló el secreto. Lo que sufre el general son unos celos que le tienen loco, lo mismo que un dolor de muelas. Ahora, Olga del Monte adora al ingeniero. Esta Olga del Monte era la Aspasia de la revolución mejicana.

Brull conocía mucho al barbero. Era una de sus admiraciones de adolescente. El miedo a su madre fue lo único que le impidió de muchacho el frecuentar aquella barbería, refugio de la gente más alegre de la ciudad, nido de murmuraciones y francachelas, escuela de guitarreos y romanzas amorosas que ponían en conmoción a toda la calle.

Palabra del Dia

rigoleto

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