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Actualizado: 10 de mayo de 2025
Temiendo tú que la nave pueda zozobrar é irse á pique, has ponderado los escollos y bajíos que hay en el mar del mundo, el ímpetu y violencia de los vientos que combaten la nave y hasta su fragilidad y desgobierno. Esto tiene también sus peligros. Esto infunde una desconfianza en las propias fuerzas que raya en cobardía.
O bien había sido el Conde uno de tantos, y no primero en una serie más o menos larga y variada, o bien, si por dicha había sido el primero, el mismo diablo había allanado antes los caminos tan suave y aviesamente, que harto se podía dar ya por perdido lo que había que perder, y al Condesito sólo le remordía la conciencia, como al joven filósofo de la fábula, por haber cedido con fragilidad al capcioso argumento que estos versos expresan: Tómelo por su vida, y considere Que otro lo comerá si no lo quiere.
En un día semejante, como sucedió después durante la mayor parte de dos siglos, los puritanos se entregaban á todo el regocijo y alborozo público que consideraban permisibles á la fragilidad humana; disipando solo en el espacio de un día de fiesta, aquella nube sombría en que siempre estaban envueltos, pero de manera tal, que apenas si aparecían menos graves que otras comunidades en tiempo de duelo general.
Hablaban como buenos conocedores de la fragilidad de la existencia, como hombres que saben lo poco que cuesta quitarle la vida á otro hombre ó perder la propia, y ríen, por instinto, de la importancia, las ceremonias y las pretendidas equidades con que se rodea en tiempos de paz un simple encuentro individual... Pero, en fin, ya que su camarada tenía empeño en que le representasen en esta farsa, le darían gusto, aunque luego su complacencia les costase un arresto.
Es el incidente primordial de la historia humana, y el caso eterno, el caso de los casos en orden de fragilidad. Mientras no se probó la fruta, prohibida por aquel Dios doméstico, todo marchaba muy bien. Pero la manzana fue mordida, sin que el Demonio tomara aquí forma de serpiente ni de otro animal ruin, y adiós mi modestia.
El contraste entre la prodigiosa opulencia del templo y los harapos de la pobre suplicante; entre la persistente durabilidad de aquellos miles de santos con vestiduras de oro, y la fragilidad de ese pequeño ser sin esperanza, era cruel y aplastador. La mujer seguía arrodillada, repitiendo en vano y obstinadamente sus oraciones.
Palabra del Dia
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