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Actualizado: 23 de julio de 2025
Al fin, llegamos al pueblo, encaramado allá arriba como un nido de águilas, y me guió Neluco a la única hospedería que había en él: un casucho de mala muerte con un cuarto en el soportal, y en el cuarto un tosco mostrador y su correspondiente estantería con media docena de botellones y frascos de varios colores, algunos paquetes de cigarros y de cajas de cerillas, y media docena de vasos de otros tantos calibres; arrimado a la pared y sostenido por tres estacas sin labrar un tablón en bruto, de castaño abarquillado; delante y como a la mitad de este banco, una mesa de igual materia y del mismo estilo que él; sobre la mesa, un jarro y dos vasos medio desocupados de vino tinto, y, por último, sentados en el banco y con la mesa delante, dos hombres en los cuales ni el médico ni yo nos fijamos gran cosa por de pronto.
En un café de Cádiz juntóseme D. Diego, quien al punto renovó sus promesas de llevarme a la casa materna, en lo cual le di tanta prisa, que fijamos para el próximo día la visita. También hice una a lord Gray, al cual hallé sin variación alguna, y como le dijese que yo pensaba ir a casa de doña María, se sorprendió, asegurándome después que él iba todas las noches.
Las ideas de substancia, de causa, de relacion y otras semejantes, no brotan de las ideas geométricas: cuando nos fijamos en estas solas, tenemos delante un campo inmenso donde la vista se dilata por espacios sin fin; pero donde reinan el frio y el silencio de la muerte.
Razón tenía el académico. No bien fijamos los ojos en la Catedral Vieja, los cuatro expedicionarios convinimos en que ella, la portada de la Universidad y la Casa de las Conchas eran lo mejor que hasta entonces habíamos visto en Salamanca, y que cualquiera de estos monumentos valía todas las molestias del viaje.
Consignan, es cierto, la lucha del sentimiento subjetivo contra el poder de la costumbre general; nos hacen oir lamentaciones, con las cuales los ofendidos expresan su convencimiento contra las leyes del honor, y ya Lope de Vega pone en los labios de uno de sus héroes las siguientes palabras: «¡Maldito seas, oh honor, desastrosa invención humana, y opuesta á las leyes naturales! ¡Ay de aquél que te ha inventado!» Pero éstas son sólo expansiones momentáneas de la sensibilidad, no atendidas por nadie, y sirven sólo, si nos fijamos en la intención del poeta, para hacer resaltar más la enérgica voluntad de sus héroes, que, á pesar de ese sentimiento contrario, ejecutan, no obstante, el hecho aborrecido.
Para que no le sorprendiese que su madre no quisiera recibirla en casa ni verla después de aquella entrevista, al parecer amistosa, le dije con la mayor desfachatez que me había negado a pedir perdón, por considerar que no había existido falta alguna. Fijamos el matrimonio para quince días después. Hicimos a toda prisa los indispensables preparativos.
Palabra del Dia
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