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Actualizado: 3 de junio de 2025
Puso Feliciana sobre la luz una pantalla de figurines vestidos con pegotes de trapo, y después se echó con indolencia en la butaca, abrigándose con su mantón alfombrado. «Fortunata gritó llamando a su amiga, que daba vueltas por toda la casa como si buscara alguna cosa . ¿Qué se te ha perdido?». Chica, mi toquilla azul. ¿Vas a salir ya? Sí: ¿qué hora es?
La enfermedad la tenía prisionera en su casa; pero en los momentos de calma, cuando el pícaro dolor no la hacía ir de un lado a otro como una loca, hojeaba catálogos y figurines de París, escribía a sus proveedores de allá, y rara era la semana en que no llegaban cajones con las últimas novedades: trajes, sombreros y joyas que, después de contemplados y manoseados un día en el cerrado dormitorio, caían en los rincones o se ocultaban para siempre en los armarios, como juguetes inútiles.
Pero el montón más querido lo componían las estampitas francesas dadas como premio en la escuela, los cromitos del Sagrado Corazón, del Amor Hermoso, de María Alacoque y de Bernardette, pinturillas en que el arte parisién representa las cosas santas con el mismo estilo de los figurines de modas.
La vieja moda, aquella que envolvía a las mujeres en verdaderas bolsas de tela, había desaparecido; ni los filósofos podían pasear de cuatro a cinco de la tarde en el invierno por la calle de la Florida, sin conmoverse ante los cuerpos de las mujeres del día, dibujados d'aprés nature por Mesdames Carreau y Vigneau, con damas de Génova y terciopelos de Venecia; Kitty Bell y Flora Campbell hacían los figurines; Sarah Bernhardt, los guantes.
Por otro lado pendía de la pared un cuadrito de marco ex-dorado, que encerraba las habilidades juveniles de la abuela de doña Leoncia, bordadora de lo más fino. Al lado de estos monumentos de familia estaban un par de figurines del Directorio y una Virgen del Pilar, simplemente pegada en la pared con cuatro obleas.
No pudiendo ella lucirse en las provincias del Norte, quería vengarse de su destino engalanando a su prole; ya se había provisto de figurines, y proyectaba cosas no vistas para que Isabelita y Alfonso publicaran en la Plaza de Oriente, entre la festiva república de niños, el buen gusto de su opulenta mamá. «Tiene Sobrino unos abrigos de verano decía Milagros , que me entusiasman.
Palabra del Dia
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