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Por primera vez en la Historia una democracia había intervenido en la suerte del mundo, sometido eternamente á los arreglos de los reyes. Las repúblicas modernas habían vivido hasta ahora una vida interior y modesta. Las guerras de la Revolución francesa eran defensivas. La República de la Convención peleaba por existir, porque todos los monarcas deseaban suprimirla.

«¡Pobre! ¿Y aquella torre no era suya?...» Febrer le contestó riendo. ¡Bah! Cuatro piedras viejas, que se caían cansadas de existir; un monte inculto, que sólo tendría algún valor trabajado por el payés... Pero éste insistió. Le quedaba lo de Mallorca, que aunque algo enredado, era mucho... ¡mucho!

Lo mismo que Descartes: de ninguna manera. No hay A relativo, si no le hay absoluto; nada puede pensar sin existir; esto es claro, es evidente, y ni Descartes ni Fichte van mas allá. La menor de Descartes es esta: yo pienso; la prueba de esta menor no la da el filósofo, se refiere al sentido íntimo y de allí confiesa que no puede pasar.

Y sin embargo, desde el momento que se la analiza severamente, se la encuentra reducida á un hecho de experiencia, que no se funda en la íntima naturaleza de los objetos, y que por lo mismo puede existir ó dejar de existir, sin ninguna contradiccion.

Doña Luz se recobró a poco, y sin resistirse a las últimas palabras de D. Anselmo, que pudo oír y entendió bien, salió del cuarto del Padre. Tres horas después el P. Enrique había dejado de existir. Raro es el ser humano cuya memoria sobrevive largos años a la muerte. El tiempo acaba con el duelo, la tierra consume el cadáver y el olvido devora los recuerdos.

En este supuesto, las leyes de la naturaleza son las leyes de nuestro mismo espíritu; y en vez de que debamos buscar en aquella los seres, tipo de nuestras ideas; debemos mirar á estas como el principio generador de todo lo que existe, ó parece existir; y las leyes del universo no serán mas que las condiciones subjetivas del yo aplicadas á los fenómenos.

Junto a la imaginación exaltada del dependiente debía existir una enorme cantidad de sentido práctico capaz de sofocar todas las fantasías y caprichos, y a esto se debió, sin duda, que Melchor se reprimiera en sus románticas extravagancias, y en adelante, aunque sin abandonar la lectura de novelas, se dedicara con más asiduidad a sus quehaceres.

Yo no creo que pueda existir tal semejanza, Frasquito replicó la niña, turbada, echando lumbre por los ojos. La fisonomía, las facciones, así de perfil como de frente, la expresión, el aire del cuerpo, la mirada, el gesto, los andares, todo, todo es lo mismo. Créame usted, yo no miento nunca.

Los tiempos han marchado, y nosotros con ellos. La vida fácil de otro tiempo se ha acabado, y ante las generaciones nuevas se abre una vida de combate. Hay que combatir para tener un sitio al sol, y educar a las jóvenes como se las educaba en otro tiempo, sería un verdadero anacronismo. ¿Por qué? dijo la abuela, no convencida. Porque la joven figurante ha dejado de existir.

El espacio no es una sustancia, sino un atributo de un ser necesario; y debe, como todos los atributos de un ser necesario, existir mas necesariamente que las sustancias mismas que no son necesarias.