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Actualizado: 5 de septiembre de 2025
Entonces, desconcertado por la prisa, mientras las cornetas seguían llamándole con sus sonidos estridentes, soltó el fusil y, agarrando el cadáver por las manos, lo arrastró penosamente hasta dejarlo en el cercano extremo del reducto que daba junto al borde del tajo; luego volvió en busca del arma y, empuñándola por el cañón, empujó con la culata el cuerpo inanimado, que cayó al barranco arrastrando piedras y rebotando contra las aristas salientes de las rocas.
Llevan su ridiculez hasta el extremo de cantar ellos mismos, con sus roncas y estridentes voces, y la policía les permite que se reúnan en ciertos anfiteatros para destrozar algunas arias. ¡Buen provecho les haga! En cuanto a mí, jamás me detengo a escuchar una ópera; me contento con mirarla; voy a ver la parte plástica, que es la única que me divierte, y me marcho después.
El tren corría a toda velocidad por el medio rompiendo con sus silbos estridentes, con el fragor de su marcha, el encanto de aquella claridad suave y tranquila. Los altos chopos parecían flotar sobre ella como fantasmas envueltos en el blanco cendal de la neblina. Los cristales del coche se empañaron al fin. Obdulia se apartó de su confesor y fue a arrebujarse en un rincón, tiritando de frío.
A pesar de contarse entre aquellos respetables profesores estas y otras notabilidades, la orquesta sonaba como los tornillos de una máquina sin aceite; los instrumentos de cuerda estaban asmáticos, sonaban a la madera, como sabe la sidra al barril; los de bronce eran estridentes sin compasión; bastaba uno de aquellos serpentones para derribar todas las fortificaciones de cinco Jericós.
Eran los grillos, las chicharras, ¡qué sé yo de los nombres que llevan las estridentes tribus que cantan al sol entre el tupido follaje de la tierra cálida! Los abrigos se hacían pesados, y ¡fenómeno curioso del que se me había advertido! los oídos comenzaban a zumbarme ligeramente. Parece que es efecto del rápido cambio de temperatura, pero pasa pronto.
Por fin, después de aquella larguísima noche, comenzó a aclararse la bruma y se presentó la mañana, una mañana triste, de un color sucio, como envuelta en lluvia y en barro. Los cuervos pasaron por encima de nuestras cabezas lanzando gritos estridentes. Parecían lamentarse de no ver nuestros cadáveres sobre el cieno inmundo de los pantanos. Allen vio de pronto el bote en una punta próxima.
Palabra del Dia
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