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Vamos luego a rezar nuestro rosario a la iglesia o a nuestro gabinete; paseamos después hasta la noche, y durante la velada, mientras yo juego al ajedrez con mi marido, las niñas se entretienen aprendiendo de memoria algunas de las fábulas de La Fontaine.

Cuantos hechos, anécdotas y casos refiere el autor incógnito para rebajar y humillar á los jesuítas del día, tienen traza de verdaderos y dejan harto mal parados á los Padres. Referidos con notable primor de estilo, desenfado y gracia, entretienen tanto ó más que una novela picaresca.

Los de más allá, en el último grado del embrutecimiento y de la embriaguez, se entretienen en machacar entre dos balas la mano de un marinero a quien la borrachera ha matado. Y una porción de juegos más, a cual más original y delicado. Los gemidos, los gritos de rabia y de loca alegría se confunden y se acuerdan. El puente está enrojecido de sangre o de vino. ¡Qué importa!

Se me figuraba estar escuchando esos juegos en que los organistas se entretienen, a veces, soltando alternativamente los registros más agudos y más graves del órgano. No me descompuse en manera alguna por los insultos del enano. Los había previsto y tenía formado mi plan para responder a ellos.

Más allá, los mayores, estudiantes de facultad que lucen calcetines de seda y zapatillas bordadas, se entretienen en hacer rabiar á los pequeñuelos tirándoles de las orejas, ya rojas de tanto recibir papirotazos; dos ó tres sujetan á un pequeñito que grita, llora y defiende á puntapiés los cordones de su calzoncillo: cuestion de ponerle como cuando nació... pataleando y llorando.

Paco Vegallana, Obdulia, Visita y demás gente loca había dicho el Arcipreste se entretienen en cortar helechos, yerbas, ramas de árboles y arrojarlo todo al pozo, y cuando ya llega la hojarasca cerca de la boca... ¡zas! se tiran ellos dentro, primero uno, después otro y a veces dos o tres a un tiempo.... Al mismo Ripamilán, con toda su respetabilidad, le habían hecho descender a aquel agujero, y por cierto que para sacarlo se había necesitado una cuerda.... El Magistral tenía aquel pozo, que no había visto, delante de los ojos, y se figuraba a Mesía dentro de él, sobre las ramas y la yerba con los brazos extendidos ¡esperando la dulce carga del cuerpo mortal de Anita!... ¿Tendría ella tan reprensible condescendencia? ¿Se dejaría echar al pozo?