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Actualizado: 27 de junio de 2025
Soledad, por el momento, no tuvo ojos sino para esta madre complaciente. ¡Alcahueta! ¡asquerosa! murmuró con ira reconcentrada. Lo que tú buscas es enredar á Velázquez para que se case con tu hija. ¡Claro, como es rico, para él todo son mimos! ¿Qué te importa que una pobrecilla quede deshonrada y á la clemencia de Dios? Dos lágrimas saltaron á sus ojos que se secaron al instante.
Tenía usted razón y le juzgaba con más acierto que yo... Yo me dejé enredar por sus palabras halagüeñas, por su ternura superficial y por sus vanas y vagas protestas... Me había gustado... ¿Cómo lo encuentra usted? Muy agradable. Su persona, sus gustos, su ingenio, su posición... su fortuna, hermosa sin ser colosal, sus relaciones, todo él me agradaba... y tuve la debilidad de escribirle...
Porque era Jacobo de esos hombres audaces a la vez que irresolutos, en quienes la reflexión, lejos de allanar el camino al entendimiento que plantea y tirar de la brida a la apasionada voluntad que se desboca, sólo consiguen enredar al primero en intrincadas imaginaciones, y exasperar a la segunda hasta hacerla saltar al fin, de repente, de un golpe, cuando menos lo requiere la oportunidad y lo aconseja la prudencia.
Había creído que, por miedo o por conveniencia, Carmen iba a cumplir a satisfacción la extraña embajada; que no era lerda la niña ni le faltaba ingenio para enredar una madeja de amores. Pero no había querido, no, ¡la pícara, la taimada!...
Oyose la voz de Benigna, hecha una furia: «Te voy a matar... ¡indecente!, ¡cafre!». Los demás chicos aparecieron chillando. Jacinta les regañó: «Pero vosotros, tontainas, ¿no veíais lo que estaba haciendo? ¿Por qué no avisasteis? ¿Es que le dejáis enredar para después reíros y armar estos alborotos?».
Palabra del Dia
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