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Actualizado: 2 de junio de 2025
Por lo general, y atendiendo al curso natural de las cosas, cuando se presenta la poesía dramática en un grado superior de perfección, se hallan siempre á la misma altura los medios artísticos de representarla, concurriendo además aquí la circunstancia de existir las declaraciones de muchos testigos de vista, unánimes en manifestar su admiración hacia los grandes actores españoles de la época de Lope de Vega.
Si en el mayor número de sus demás composiciones se nos ofrece de manera, por los motivos ya indicados, que es muy difícil determinar su personalidad dramática, en la comedia propiamente dicha, al contrario, su fisonomía es muy notable y característica.
Todas las partes de este conjunto habían de estar en estrecho enlace con la acción principal, y encontrarse todas simétricamente dispuestas entre sí con referencia al todo, desterrando la costumbre de ofrecer escenas interesantes sólo en sí, y sin consideración al argumento de la obra dramática, que se desarrollaba, y de cuya licencia abusaron Lope de Vega, y con más frecuencia el maestro Tirso de Molina.
Es la máxima apatía e indiferencia; la ataraxia. Pero el filósofo necesita del dramaturgo, para no ser estéril ni perecer. Y el dramaturgo necesita del filósofo, para no ser vano ni desaparecer. Sófocles necesita de Sócrates, y Sócrates necesita de Sófocles. Los diálogos socráticos tienen forma dramática y los diálogos sofóclitos tienen fondo filosófico.»
No sólo la joven aquélla, por sus cualidades y encantos personales, le interesaba mucho, sino que en su vida había encontrado un misterio, para él interesantísimo, por ofrecerle lo que siempre buscaba con más afán: una aventura. La aventura se presentaba singularmente dramática, excitando al mismo tiempo el amor y la curiosidad de Claudio.
................ ¡Oh, mudanza De la edad, que lo que un tiempo Fué divina estimación, Es hoy casi vituperio! Aun cuando no se puede negar la decadencia de la literatura dramática en España en el reinado de Carlos II, sin embargo, este período de la historia del teatro español está unido al precedente con tantos vínculos, que es imposible separarlos.
Si en épocas más adelantadas aparecen la épica, la lírica y la dramática como especies poéticas distintas, no acontece así en su principio, porque entonces aún no existe esa separación; si el drama ya perfecto contiene en sí la antítesis de la epopeya y la lírica, como momentos de su existencia, cuya síntesis es más tarde, lo observamos en sus orígenes confundido en parte con estos elementos, en parte luchando con ellos y esforzándose en desembarazarse de las trabas que le oponen.
Vino entonces a la corte una famosa compañía dramática francesa, y Currita mandó reservar el abono de un palco para que fuesen los niños todas las noches al teatro. Hablaban aquellas criaturas un francés tan chabacano, tan de provincia, que era preciso aprendiesen de viva voz el puro acento parisiense.
En El más impropio verdugo para la más justa venganza, se manifiesta la energía de Rojas en algunas escenas, verdaderamente grandiosas, y que conmueven profundamente; pero, aunque en esta pieza dramática se noten algunas bellezas, peculiares sólo del genio, es, sin embargo, muy defectuosa en el plan y en el desarrollo, notándose en ella, como en otras muchas de Rojas, un empeño absurdo en exagerar lo trágico y lo terrible hasta convertirlo en cruel y antipático.
Varios carteles fijados en los muros del pueblo participaban que, dentro de un breve plazo, una célebre compañía dramática representaría, durante algunos días, una serie de sainetes para desternillar de risa; que, alternando agradablemente con éstos, daríase algún melodrama y diversiones a granel.
Palabra del Dia
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