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No van los de mi nación a despojar en Oriente a los venecianos: van a que la religión de Cristo prevalezca allí sobre la de Mahoma: van a quebrantar allí el poderío de turcos, árabes y persas; y van, por último, a despertar del hondo sueño de muchos siglos a las dormidas naciones orientales, que aletargadas e inertes yacen en el seno letal de la idolatría.

A unas personas se les colma de sopetón la vasija, y caen dormidas en un sueño inerte y sin ensueños; luego la vasija se va desaguando con regularidad, y en las tempranas horas mañaneras la cabeza se halla vacía, limpia, despejada y el cuerpo con anhelo de ejercicio. Estas personas se levantan despiertas del todo.

Los cristianos, favorecidos por los cordobeses descontentos, se han apoderado de la Aljarquía escalando la muralla y matando á las centinelas dormidas.

Cuando levantaba de nuevo los ojos, las altas vidrieras se habían iluminado, y sus imágenes de esmalte resplandecían, con las túnicas azules y rojas y las bellas caras en éxtasis, circundadas por el oro de las aureolas. Así le esclarecían las palabras de Julio sus ideas íntimas, y pálidas figuras dormidas se incorporaban como atónitas en la penumbra de su espíritu.

¡Oh, quién fuese una de esas nubes de oro pensó para hender con mis alas el abismo azul, para flotar en el rosicler de la tarde y sacudir el fresco rocío sobre las flores dormidas! ¡Oh, quién pudiera huir sobre las olas del aire hasta el trono del sol y habitar el palacio de las noches sin nubes!

De lo contrario, le acontecerá lo que á Rogerio Chillingworth, cuando un acento más poderoso y elocuente que el suyo despierte las dormidas pasiones de la mujer; entonces le echarán en cara hasta aquel apacible contento, aquella fría imagen de la felicidad que se la hizo creer era la calurosa realidad.

Fue el caso que no bien me vi sobre el camino real, se despertaron súbitamente mis mal dormidas inclinaciones mundanas; y escapándoseme la mirada y los pensamientos a lo largo del blanquísimo arrecife que corría paralelo a la costa y desaparecía en la curva de un altozano, empecé a considerar.

Gota de agua es el vate: con su verbo profético y sombrío piérdese de la vida en el combate, cual árbol seco que arrastrara el río; su idea es torrente que brota de la cumbre de su frente y derramando la cascada roja de sus magnas virtudes, como el río, también salta y se arroja al mar de las dormidas multitudes.