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Actualizado: 27 de junio de 2025
El duque se fué, y la doncella se subió á su aposento con el corazón latiéndole con impaciencia por el regalo que la había dado su extraño amante. Cuando tuvo luz; cuando estuvo sola, miró estremecida la cadena y ahogó un grito de asombro.
Un día se presentó en casa una mujer pobremente vestida con aspecto de señora venida a menos; nada de pedigüeña ni aventurera. Había estado a buscarle varias veces y nunca quiso recibirla. Entró porque en lugar de abrir el criado lo hizo la doncella.
Guardábala su padre, y guardábase ella; que no hay candados, guardas ni cerraduras que mejor guarden a una doncella que las del recato proprio.
Ciertamente, he venido á que me deis de almorzar. ¡Casilda! un almuerzo abundante dijo Dorotea en el momento en que se presentó la doncella. Sois un ángel, á quien es lástima hayan cortado las alas, pero me tenéis cuidadoso. ¡Cuidadoso! Estáis demasiado tranquila después de lo que os ha sucedido. ¿Y qué queréis que haga? Que no hagáis nada.
Cristeta fue la primera que, al volver del teatro, como viese el hilillo de luz que penetraba por el agujerito de la cerradura, despidió a la doncella lo más presto que pudo, y apenas la oyó subirse al piso en que dormía, tosió para que don Juan supiese que era esperado, y descorrió el cerrojillo.
Y la microscópica doncella, que no era gentil ni bonita y en quien las asperezas del carácter habían sofocado todo germen de coquetería, trasformándola en sacerdotisa del dolor, en una euménida fatal y despiadada, se dejaba festejar complacientemente por aquel bruto.
Durante el viaje adquirió el convencimiento de que aquel hombre se le había entrado al corazón más de lo que acaso conviniera. Todo el camino fue pensando en lo distinto que era Juan de cuantos pretendientes tuvo. Echada en el fondo del vagón, sin dormir ni cambiar palabra con la doncella, se quedó como ensimismada.
Respondióle Panglós en los términos siguientes: Ya conociste, amado Candido, á Paquita, aquella linda doncella de nuestra ilustre baronesa; pues en sus brazos gocé los contentos celestiales, que han producido los infernales tormentos que ves que me consumen: estaba podrida, y acaso ha muerto.
La doncella, en verdad, tenía sus motivos para no asombrarse tanto como los otros; primero, porque las locuras de la señorita eran para ella el pan nuestro de cada día, y locuras algunas de un género íntimo, secreto, que los demás no conocían; y además, se asombraba menos, porque conocía ciertos antecedentes. Juntas habían ido al teatro noches atrás, a la cazuela, vestidas las dos de artesanas.
Uno tengo yo replicó la doncella ; si éste basta, hele aquí, con condición que también se me ha de decir a mí la buenaventura. ¿Por un dedal tantas buenasventuras? dijo la gitana vieja . Nieta, acaba presto; que se hace noche.
Palabra del Dia
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