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Traía la cabeza descubierta, y, aunque pasó con la ligereza que se ha dicho, todas estas menudencias miró y notó el Caballero de la Triste Figura; y, aunque lo procuró, no pudo seguille, porque no era dado a la debilidad de Rocinante andar por aquellas asperezas, y más siendo él de suyo pisacorto y flemático.

Si las máxîmas de Voltaire se publicasen desnudas de adornos, y viniesen, como solemos decir, á cara descubierta, dudo que hubiese hombre sensato que las adoptase; mas viniendo vestidas con quanto puede halagar los sentidos y hinchar la imaginacion, no es de extrañar se hayan impresionado en el entendimiento de los que son mas sensibles que racionales.

A una de ellas, famosa hechicera, diola el Diablo por añadidura un rostro hermosísimo. Uno de los guardas habíale dicho, punto por punto, el delito de ambas mujeres. Ramiro escuchó entonces la adulterada historia de la conspiración por él descubierta.

Le gustaba más la otra, la de la cabeza descubierta, la blusa blanca o el kimono suelto. Encontraba ahora en ella un aire torpe de burguesilla endomingada.

La saluda, y con la cabeza descubierta, bajo la lluvia, volviéndose sobre el caballo, a medida que se alejaba, la miró hasta perderla de vista, repitiendo lo que se había dicho la víspera: ¡Será la última vez! Ella, con las manos le decía adiós, y este ademán repetido muchas veces, traía sus manos tan cerca, tan cerca de su boca, que se habría podido creer...

Finalmente, después de haber bailado un buen espacio, el Interés sacó un bolsón, que le formaba el pellejo de un gran gato romano, que parecía estar lleno de dineros, y, arrojándole al castillo, con el golpe se desencajaron las tablas y se cayeron, dejando a la doncella descubierta y sin defensa alguna.

Uno de éstos es el lago Ipacaraí sobre el cual está situada la pintoresca villa de San Bernardino, a dos horas en tren y vapor de Asunción. En San Bernardino se encuentran el mejor hotel del Paraguay y muchas hermosas quintas. La región que hoy se conoce con el nombre de república del Paraguay fué descubierta por el célebre explorador Sebastián Cabot.

Hasta el dinero de las empresas de descubierta fue dinero popular. Los reyes sólo dieron subsidios para los primeros viajes. Luego, la iniciativa privada se lanzó a los descubrimientos por mar y por tierra, y en menos de un siglo dejó contorneado y explorado medio mundo.

En vano reflexionó, concentrando su pensamiento. Y lo más bizarro fué que, por una misteriosa percepción, tuvo la certeza de que ella había hecho á la vez la misma descubierta. También le había reconocido, y se esforzaba visiblemente por darle un nombre y un lugar en su memoria.

Al cabo la halló agazapada al lado de un avellano. Al verse descubierta, hizo una graciosa mueca de enfado. ¡Déjeme usted, D. Andrés... déjeme usted! Y corrió de nuevo a ocultarse en otro sitio. Andrés la siguió. Eso no vale... ya estás descubierta. Tornó a hallarla en la misma posición que antes, metida dentro del canastillo de ramas de otro avellano.