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Actualizado: 23 de mayo de 2025


El café de Apolo, donde nos establecimos en Cádiz durante algunas horas, en dos noches, nos procuró el medio de hacer curiosas observaciones en cuanto á las costumbres políticas de los gaditanos.

Las reglas, que da Torres Naharro para desenvolver el plan, acerca del número de personajes, etc., son muy claras, aunque poco curiosas por mismas.

En las puertas de todas las tiendas aparecían las cabezas curiosas de los dependientes, con la misma expresión que si presenciasen el último acto de un drama. Los dueños, de pie en la entrada de sus establecimientos, volvían la espalda a Las Tres Rosas y fruncían el ceño, como si les doliese presenciar aquella catástrofe.

D. Francisco Sanchez Feria en su obra inédita citada: Descripcion moderna y antigua de la ciudad de Córdoba, pág. 40. Dos iglesias hay en la villa ó parte alta muy curiosas por lo claramente que indican haber servido de mezquitas: es la una aquella misma iglesia de S. Jorge, hoy monasterio de Sta.

Del germen caído al acaso, brotaban y florecían, en las junturas de los pavimentos y los muros, los alhelíes de las ruinas, sin que una mano cruel los arrancase ni los hollara un pie maligno. Por las francas ventanas se tendían al interior de las cámaras del rey las enredaderas osadas y curiosas. Los fatigados vientos abandonaban largamente sobre el alcázar real su carga de aromas y armonías.

La ciudad de Francfort ó Frankfurt-am-Main, sea que se la considere simplemente como un centro de actividad social, sea como Estado ó entidad política de la Confederacion Germánica, es, sin disputa, una de las mas curiosas é interesantes manifestaciones del genio y la civilizacion de Alemania.

Cada visitante es invitado á inscribir su nombre en ese registro, que viene a ser no solo un elemento curioso de estadística, sino tambien un objeto de gran valor por los millares de autógrafos que reune, cuando concurren personajes eminentes, y por las curiosas observaciones morales á que puede prestarse.

Las listas del pamimianan son altamente curiosas, leyéndose en ellas, al lado de una libra de lichón, un pañuelo de guinaras, figurando más allá de este apunte, dos reales por una noche en claro velando el romadizo de la futura suegra, y más allá, un real por media noche en que acompañó á la dalaga á cantar la pasión.

El Manitas, trémulo aún por los recientes peligros, se vio rodeado, empujado, levantado en alto por la ruidosa pillería, y así marchó llevado en triunfo desde la plaza a las Ventas, por el final de la calle de Alcalá, seguido de las miradas curiosas de la gente de los tranvías que cortaban irrespetuosamente la gloriosa manifestación.

Lo cierto era que ante aquel rostro visto por primera vez, sentía en su memoria la misma impresión que al encontrar una cara amiga tras larga ausencia. El ermitaño, excitado por la esperanza de la propina, llevábalas hacia la ermita, a cuya puerta se asomaban curiosas su mujer y su hija, deslumbradas por los enormes brillantes que centelleaban en las orejas de la desconocida.

Palabra del Dia

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