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Para más de quince días contestó la buena mujer. ¡Para ocho días! exclamó el contrabandista, vaciando de cenizas la pipa golpeándola contra la uña. Esa es la verdad dijo Hullin . Marcos Divès y yo creíamos que el enemigo atacaría el Falkenstein; pero nunca pudimos pensar que lo bloquearía como una plaza fuerte. ¡Nos hemos equivocado!

Días atrás, cuando los balcones de Madrid se engalanaron con toda suerte de colgaduras en homenaje al Corazón de Jesús, creíamos que la capital de España se arrepentía y hacía enmienda de sus errores. Las elecciones nos demostraron que esta hipótesis era falsa. Madrid está perdido, y con él están perdidas todas las grandes ciudades españolas.

Nuestra emoción era verdadera, profunda, unánime, y, por lo tanto, silenciosa..... Únicamente oíamos, ó creíamos oir, sobre nuestra cabeza, una gran voz, la voz de Fray Luis, que repetía con dulce y formidable acento, como al salir de la prisión: «Decíamos ayer.....» No intentaré en manera alguna contar la historia ni hacer la descripción de la Universidad salmantina.

En esto acude el caballero que se habia ausentado, y empieza á desdoblar ante nuestros ojos una preciosa coleccion de pañuelos de India y de Persia, adobándola con la salsa de los tantos y cuantos millares de francos. Antes nos creiamos en el teatro de la Opera cómica; ahora creiamos asistir á un juego de manos ó cosa semejante.

Si, como creíamos, había sido encerrado en alguna prisión a ruegos del duque de Arcos, la muerte de éste debía ponerle en libertad. Pero no pareció, y Teobaldo me dijo, desesperado: »Está visto; nuestro amigo no existe.

Este caballero nos volvió á preguntar qué queriamos, y oído que hubo nuestra respuesta, tira del cordon de otra campanilla, enviándonos al piso segundo. ¿En que acabará esto? Mi mujer y yo nos creiamos en el teatro de la Opera cómica.