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Actualizado: 9 de mayo de 2025


Creyó en la posibilidad de conmover a aquel tendero de las Cambroneras al que tanto debía. Su salvación, por el momento, estaba allí, ya que en Madrid todos eran invisibles, como si el frío endureciese las conciencias, como si la paralización de la vida aislase a los hombres en su egoísta bienestar. Regresó a casa.

¡Cómo latía el corazón, en la esperanza de que fuera la moza de su simpatía la que le tocara a uno en aquel reparto de beldades, que duraría lo que durase la pieza! ¿Conmover al bastonero con una súplica? ¡Pero si eso era un sueño irrealizable!

La voz de Cecilia, suave, persuasiva, un poco empañada siempre, lo cual daba a su acento singular ternura y humildad que llegaba al corazón, logró conmover pronto el de su cuñado. Apaciguóse súbito. Dilatado su rostro por una sonrisa, exclamó antes de que concluyese: ¡Chica, qué gran abogado harías! Es que tengo razón replicó ella riendo.

Las gentes eran tales como habían nacido, tales como fueron sus padres, y así habían de seguir en el ambiente inmóvil de la isla, que no lograban conmover lejanas y tardas ondulaciones venidas de fuera. Jaime se agitaba inquieto en su lecho.

Todas se proponían conmover a sus amigas de Madrid con el relato de tan horrible aventura. Creíanse ya heroínas de una novela de Julio Verne. El espectáculo que se ofreció a su vista cuando tuvieron ojos para contemplarlo era grandioso y fantástico. Inmensas galerías embovedadas cruzándose en todas direcciones e iluminadas solamente por la pálida luz de algunos candiles colgados a largos trechos.

Cada vez más fría la estación invernal y más calientes las noticias que de allá fuera vienen a conmover la Fábrica. Por de pronto, no quedaron estériles las disposiciones marciales demostradas el día del motín, y al siguiente cobraron las operarias sus haberes a tocateja. No era cosa de provocar el enojo del pueblo en el estado actual de España, que parecía ya la casa de Tócame Roque.

Pilar se embobaba especialmente con las copas de ágata que servían de joyeros, con las alhajas de distintas épocas, entre las cuales había desde el amuleto de la dama romana hasta el collar, de pedrería contrahecha y finos esmaltes, de la época de María Antonieta; pero Lucía se enamoró sobre todo de los objetos de iglesia, que despertaban el sentimiento religioso, tan hecho para conmover su alma sincera y vehemente.

Palabra del Dia

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