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El señor Taylor acusa á cada paso de ignorantes á los españoles. No se comprende cómo el poco tiempo que ha estado aquí le ha bastado para examinarnos de todas las asignaturas y darnos calabazas. Los mahometanos y los judíos, esos que eran sabios; pero hicimos la barbaridad de expulsarlos. No cabe en este breve escrito contestar á las censuras del Sr. Taylor.

Hablaban de la reina...primores; ponían al ministerio de vuelta y média, ó descargaban su hilaridad epigramática y sus terribles censuras sobre el Capitán general, el Gobernador, el Obispo ó el primer personaje que hallaban á la mano. Es realmente rara la facilidad y el chiste con que el pueblo español maneja el epigrama y sabe aplicar un refrán en toda oportunidad.

De resultas de una discusion comparando el romanticismo y el clasicismo, el busto de Molière salió desterrado del nido, y aún me parece leer sobre sus paredes la quintilla escrita con carbon un dia que se recordaron las burlonas censuras de Moratin al autor de La vida es sueño.

Mientras no salió de manos de vagabundos mimos y de frívolos clérigos, que los imitaron, no abandonó su carácter licencioso, ni dejó de contribuir á la profanación de fin tan santo, por cuya razón obligó á menudo á la Iglesia á dirigir contra él sus censuras.

Otros entusiastas iban entrando en el comedor, con mísero pelaje y cara famélica: revisteros obscuros en periódicos que sólo conocían los lidiadores a quienes se dirigían sus elogios y censuras; gentes de problemática profesión, que aparecían apenas circulaba la noticia de la llegada de Gallardo, asediándolo con elogios y peticiones de billetes.

Giraud salió á abrir, sonrió á Marenval y se quedó estupefacto al ver á Tragomer. Su cara volvió á tomar el aspecto taciturno y cuando Marenval le preguntó: ¿Están visibles las señoras? Para el señor, ciertamente, respondió el criado, pero no si el señor de Tragomer... El acento lleno de censuras de aquella frase interrumpida impresionó profundamente á Tragomer.

Fué entusiasta admiradora de los toros. Por milagro dejaba de asistir a una corrida desde su palco, ataviada con la consabida mantilla blanca y los consabidos claveles rojos. Y discutía las suertes, y fulminaba censuras, y tributaba aplausos, y era tenida entre los aficionados por acérrima y fervorosa lagartijista.

Ya hemos dicho que no nos incumbe escribir aquí la vida de Goethe. Baste lo apuntado rápidamente para desvanecer infundadas censuras. Que él diese culto a su clara inteligencia y a sus otras facultades, no se debe censurar sino aplaudir. Es un deber cuidar de los talentos que Dios nos confía.

Pero cuando se examinan una á una sus censuras, despojándolas de las exageraciones, hijas de su mal humor y de su emulación, no es posible dejar de convenir con él en algunos puntos. Carece de sólido fundamento el cargo, hecho muchas veces á Cervantes, de que, en general, ataca al drama romántico.

Hasta entre las glorias de los triunfos, dieron lugar los Romanos Césares a las censuras, y apodos, de los que habían concurrido, a la felicidad de sus victorias: Festa coronatus ludet convicia miles. Mas unas y otras engrandecieron el triunfo, o con el desagravio tomado en el horroroso castigo de los unos, o con la felicidad lograda en la dichosa reducción de los otros.